• abril 20, 2024 3:42 am

CAMILO, EL SACERDOTE QUE DIO LA VIDA POR COLOMBIA

Por Víctor Longares Abaiz

“Qué nos va y qué nos viene estar discutiendo si Dios existe o si Dios no existe, si todos estamos convencidos de que la miseria sí existe. Por qué estamos encerrados por ahí, en los cafetines, discutiendo si el alma es mortal o si el alma es inmortal, cuando sabemos que el hombre sí es mortal… Vamos a las cosas que benefician a la clase popular colombiana, vamos a dar de comer, a dar de beber, a dar vivienda, a dar vestido, a dar educación. Por eso seremos juzgados… Contamos con todos los que quieran colaborar para hacer la revolución…”

El público aplaudió y gritó y eso le sirvió de respiro al sacerdote, para hacer una pausa en su discurso. El Padre Camillo llevaba meses recorriendo todo el país y reuniendo a miles en plazas y auditorios, llamándolos a la unidad y al amor eficaz, para que por fin cambiaran las cosas en Colombia. Estaba agotado y se le secaba la garganta. Miró a su auditorio y continuó:

Mientras no seamos capaces de abandonar nuestro sistema de vida burgués, no podremos ser revolucionarios. El inconformismo cuesta y cuesta caro. Cuesta descenso en el nivel de vida, cuesta destituciones en los empleos, cambiar y descender de ocupación, cambiar de barrio y de vestido. Puede ser que implique el paso a una actividad puramente manual, el paso de la ciudad al campo o al monte…”

Reunión del Frente Unido en Bogotá

El Padre Camilo Torres animaba a dejarlo todo y luchar por una sociedad más justa, más cristiana. Exhortaba a la unidad y pedía compromiso a todos. Su ejemplo desconcertaba a todos, tanto al pueblo que le amaba como a los poderosos que le odiaban. ¿Por qué este sacerdote no se conformaba con su vida fácil de capellán universitario y profesor de Sociología? Los obispos no sabían cómo disuadirlo.

Siempre con una sonrisa en la boca, dispuesto a hablar con todos, a cantar o a reír con quien le requiriese. Era un sacerdote atípico. Torpe en el andar, no dejaba de caminar por los barrios pobres, por la universidad, por los clubes de estudiantes. Era un cura caminante, que decían algunos. Su presencia trasmitía calor, alegría y risas, muchas risas, pues era muy aficionado a gastar bromas y contar chistes. Pero, entre risas, chistes y bromas, siempre tenía tiempo para animar a todos a la unidad y a la acción, a indignarse por las injusticias y levantarse contra el poder establecido. En definitiva, a ser unos buenos cristianos:

“Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legítima y se llama tiranía. Los cristianos podemos y debemos luchar contra la tiranía. El gobierno actual es tiránico porque no lo respalda sino el 20% de los electores y porque sus decisiones salen de las minorías privilegiadas.”

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Camilo con estudiantes de Sociología de la Universidad Nacional.

El 7 de enero de 1966, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) hacía su aparición pública, con la toma de Sinacota. El pueblo colombiano recibió sorprendido la noticia, sobre todo, porque iba acompañada de una declaración del Padre Camilo, el sacerdote más amado y más temido de todo el país:

“El pueblo no cree en las elecciones. El pueblo sabe que las vías legales están agotadas. El pueblo sabe que no queda sino la vía armada. El pueblo está desesperado y resuelve a jugarse la vida para que la próxima generación de colombianos no sea de esclavos. Para que los hijos de los que ahora quieren dar su vida tengan educación, techo, comida, vestido y, sobre todo, dignidad. Para que los futuros colombianos puedan tener una patria propia, independiente del poderío norteamericano.

Yo me he incorporado a la lucha armada. Desde las montañas colombianas pienso seguir la lucha para el pueblo. Me he incorporado al Ejército de Liberación Nacional porque encontré el deseo y la realización de una unidad por la base, la base campesina, sin diferencias religiosas ni de partidos tradicionalistas.”

Camilo en la guerrilla del ELN

Camilo dejó una gran huella en la guerrilla. Aconsejaba a todos, les animaba en momentos de flaqueza. También tenía tiempo para darles clase, enseñar a escribir a los que no sabían e incluso montar un curso de francés. La vida en la montaña no le cambió su manera de ser. Seguía con sus bromas, sus canciones y sus chistes. Todos los que convivieron con él en aquellos momentos lo recuerdan como el alma de la guerrilla y esto supone un gran mérito, ya que su estancia en el ELN fue muy efímera. El 15 de febrero, en su primer combate, Camilo entregó la vida, con 37 años, en San Vicente de Chucurí.

Los asesinos de Camilo pensaban que habían descabezado la guerrilla, matando al líder más carismático. No sabían que su muerte no supuso la muerte de la fe en la liberación del pueblo, sino que la alimentó y llenó de más esperanza.

Camilo entre los campesinos

El mensaje de Camilo recorrió toda Colombia. Saltó las fronteras y se escuchó en toda América. Cruzó el océano con fuerza, resonando en Bélgica, España, Francia, Alemania… Al igual que los grandes guerreros de las sagas míticas, no encontraron el cuerpo de Camilo, naciendo la leyenda de su regreso.

Su voz resonaba en todo el orbe, exhortando a los cristianos a lo que él denominaba amor eficaz. De todas partes surgían nuevos guerrilleros, gente comprometida con el pueblo de Colombia, que quería seguir los pasos de Camilo.

La madre de Camilo Torres dijo, tras conocer la repercusión de su muerte:

“Camilo puso la primera piedra para un movimiento de verdadera transformación nacional. Él fue el primero en hablar de transformar la nación, de cambiar las estructuras y de obligar a la jerarquía eclesiástica y al gobierno nacional, a hacer algo por el pueblo. Camilo quería una Colombia justa y además independiente. Él escribió con su sangre la palabra amor, amor a la humanidad como la amó Cristo.”

Hoy, a más de medio siglo de su caída en combate, los poderosos se inquietan porque ven que CAMILO SIGUE CAMINANDO EN COLOMBIA.

Camilo aclamado por los estudiantes»

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