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Javier Heraud: el río murió sobre el río

PorColumna de opinión

Oct 17, 2020

Por José Carlos Llerena Robles

Una vida breve, pero intensa y consistente, es la que nos dejó Javier Heraud, el poeta guerrillero cuyo espíritu internacionalista lo llevó desde Perú hasta Rusia, luego a Cuba y Bolivia, para regresar finalmente al Perú. Y para asumir allí su tarea histórica por otras vías distintas a la de la escritura. Su horizonte estratégico fue siempre la revolución, pero su táctica pasó de la pluma al fusil.

Durante los años sesenta las guerrillas fueron la modalidad de lucha privilegiada para cientos de jóvenes del Perú, quienes sentían que era posible cambiar el mundo y conquistar una patria con justicia social. Las dos principales fueron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), organizaciones que pese a ser derrotadas tempranamente marcaron un hito en la historia popular del país. 

Lima

Javier Luis Heraud Pérez-Tellería nació el 19 de enero de 1942, en el seno de una familia acomodada que vivía en el pudiente distrito de Miraflores, en Lima. Al multiplicarse la cantidad de hijos e hijas la familia Heraud-Pérez Tellería se mudó a una casa más grande ubicada en la calle San Martín del mismo distrito miraflorino. 

Al igual que sus hermanos estudió toda la primaria y secundaria en el colegio inglés Markham, de donde egresó con distinciones en “rendimiento” y literatura. Fue precisamente en la revista de dicho colegio que en 1957 Javier publicó sus primeros versos bajo el título “Cinco poemas de angustia y uno de amor”. 

La educación privilegiada y bilingüe a la que tuvo acceso le permitió devorar muchísima literatura en castellano e inglés. Según el poeta y militante del ELN Hildebrando Pérez, Heraud estaba influenciado por poesía angloparlante como la del estadounidense Ezra Pound. Su dominio del inglés le permitió traducir, con tan sólo 19 años de edad, parte de “Tierra Baldía”, el célebre poema de T.S. Eliot.

En 1958 Heraud ingresó a la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde cursó estudios en la Facultad de Letras y profundizó su pasión por la literatura y el cine. Por ese entonces su metro noventa de altura y su voz resonante lo destacaban en los distintos recitales y encuentros universitarios.

Poesías completas y cartas editadas por Ediciones PEISA en 1976. Disponible en: https://es.calameo.com/books/002691220c411acbd1b52

En el año 1960 publicó “El Río”, su primer libro escrito en verso libre, una técnica que Javier llegó a dominar con maestría. Sebastián Salazar Bondy afirmaba por esa época que con “El Río” el poeta Heraud se había incorporado a la vanguardia de una nueva ola de la poesía peruana con versos como estos: “Yo soy el río / Pero a veces soy / bravo / y / fuerte / pero a veces / no respeto ni a / la vida ni a la / muerte”.

Ese mismo año, pero en diciembre, Heraud ganó el premio “El Poeta Joven del Año” con otro libro, “El viaje”, en donde ya se puede destacar una mayor profundidad conceptual.

Siendo ya un poeta reconocido se matriculó en 1961 en la Universidad Mayor de San Marcos, en donde estudió Derecho. Es allí que se politizó, dado que por esos años la universidad era un hervidero de debates, poesía y política. El contexto estaba marcado por la Revolución Cubana, por las luchas de liberación nacional en África y por “Los Poetas del Pueblo”, un agrupamiento que contaba con integrantes ilustres como Guillermo Carnero Hoke, Gustavo Valcárcel, Ricardo Tello y Luis Nieto. Su poesía se declamaba ante grandes manifestaciones, conde personas de – cientos de personas, y tenía un profundo significado social y político, como se puede advertir en la “Poesía extremista” de Valcárcel. 

La Lima de 1961 es clave para el proceso de politización del Javier Heraud internacionalista. Por eso, al día siguiente de cumplir 19 años de edad, el poeta se afilió al Movimiento Social Progresista, organización socialdemócrata que aglutinaba a la intelectualidad más destacada del momento, como los hermanos Sebastián y Augusto Salazar Bondy.

Moscú

En julio de 1961 Heraud viajó al Foro Mundial de la Juventud en Moscú, para lo cual tuvo que emanciparse judicialmente de sus padres. Antes de partir a Europa dejó encargado su poemario “Estación reunida” para que sea presentado en los Juegos Florales de San Marcos. No sabía por ese entonces que nunca llegaría a tener el libro impreso en sus manos.

Javier, como parte de una delegación de nueve jóvenes peruanos, pudo conocer directamente la realidad rusa durante el llamado “deshielo”. Esta vivencia marcó profundamente al poeta. Así lo consigna el 25 de julio al afirmar que “el pueblo ruso es un pueblo maravilloso: es el más grande que tiene la tierra. En las calles, cuando van a su trabajo, cantan del brazo, ríen”. Esto también se refleja en sus poemas: Plaza Roja 1961 / el Kremlin reposa con su muralla / exprimida del fondo de los siglos. / Gorki en la pared / canta a los niños su historia repetida / (En los jardines del Kremlin / los niños juegan con helados / de frutas y con globos) / Los enamorados se besan / bajo árboles frondosos. / La campana rota calla su sonido. / (Del cañón salen palomas / que juegan a los trinos).

Al conocer a poetas soviéticos en una sociedad que les permite vivir practicando su arte, se intensifica su proceso de radicalización política. En una carta a su padre le expresará: “Estoy decidido, cuando en el Perú haya que irse a las armas, yo lo haré. Por mucho que te duela. Yo he visto en la Unión Soviética como vive la gente: miles de estudiantes que solo se dedican a la literatura, pero ellos ya saben que tiene su vida asegurada (…)” 

La URSS marcó definitivamente a Heraud, y alimentó su internacionalismo. En particular en aquellas jornadas compartidas con las juventudes chilenas, argentinas, brasileñas y bolivianas que pasaron toda la noche de una extensa travesía en tren, cantando y conversando camino a Moscú. El joven poeta intentaba esclarecer y cotejar la realidad que observaba de primera mano, con lo que había leído y escuchado de los enemigos del socialismo. 

Cuba

A finales de ese mismo año y antes de regresar a Lima, Heraud realiza una estadía de tres meses en París, en donde se vincula con intelectuales peruanos como Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa y Luis Loayza. Para el año siguiente ya ha tomado una definición, y renuncia al Movimiento Social Progresista con una carta explosiva: “Es el planteamiento falso de este llamado ‘socialismo humanista’ lo que está condicionando toda la marcha del Movimiento y lo lleva a una praxis equivocada. Yo no creo que sea suficiente llamarse revolucionario para serlo (…)”.

En marzo de 1962 viaja a Cuba luego de haber obtenido una beca para estudiar cine. Su familia y amigos recuerdan claramente la noche anterior al viaje. Su hermana Cecilia comenta que su abuela, al despedirse Javier, le advirtió que era probable que a su regreso ya no la encontrara con vida, a lo que este respondió: “quién sabe mamá, a lo mejor yo muero antes que tú”.

Con apenas 20 años Heraud encuentra una Cuba revolucionada y crítica, en el año de la Crisis de los Misiles. El ex guerrillero del ELN Héctor Béjar también se encontraba en Cuba por esa época, pero ambos ignoraban que hubiera dos grupos de peruanos en la isla. Recién en agosto de 1962 se encontrarían y reconocerían en Sierra de los Órganos.

Pero aquel no era el único poeta. Era parte de un grupo de escritores peruanos que habían decidido entrenarse para la guerra de guerrillas, asumiendo todos los desafíos de la vida guerrillera y aportando una cierta dosis de alegría y locura. Heraud compartía los entrenamientos con Marco Olivera, Edgardo Tello y Pedro Morote. Habían sido, como ellos mismos decían, la vanguardia de la retaguardia en el ascenso al Pico Turquino. Los recién llegados sentían por supuesto los rigores del monte, el que ciertamente no era como las calles de Miraflores. Sufrían por añadidura los estrategos del clima del tropicalópico y marchaban echando el estómago por la boca. Recién comenzando el ascenso de la mayor montaña de Cuba, deteniéndose cada 20 metros y ya muy atrás del resto de sus compañeros, los poetas, divertidos, cantaban: “somos la vanguardia de la retaguardia, somos lo más lento de la revolución”.

Habían llegado al país como becados para realizar estudios académicos. Pero simpatizando enormemente con el proceso cubano, aceptaron con entusiasmo la invitación de Fidel Castro para prepararse militarmente con miras a la lucha revolucionaria en el Perú. Ninguno sabía de esa posibilidad antes de partir. En caminando por las calles de La Habana con Héctor Béjar, Heraud escribió este “Poema especial”: Se trata ahora de escribir / algo original, nuevo, sorprendente. / Mañana salgo de viaje. / (Iré a México como peruano / turista que recorre las antiguas ruinas) / y luego Bolivia / riéndome de perros policías / y canes presurosos. / Entraré junto con 30 compañeros / furtivamente a mi patria. / Armados con palabras y fusiles / armados con ansias nuevas / de un Perú más joven / sembraremos en la sierra de los Andes / semillas subversivas’».

Bolivia

“Retorno a la guerrilla”, de Héctor Béjar, relata con detalle todas las adversidades y dificultades que sufrieron Heraud y el ELN para cumplir con su misión. El grupo llegó a Bolivia luego de pasar por Europa y Brasil. La variación constante de las condiciones políticas en la región demandaba a la formación liderada por Calixto -tal era el nombre de guerra de Béjar- evaluar diversos cursos de acción para llegar a Perú. Javier -ya por ese entonces conocido con el seudónimo Rodrigo Machado- se desempeñaba como secretario. Así recuerda el libro aquellos días adversos:

“La sesión no fue fácil. Haciendo un gran ruedo en un claro del monte, mientras unos cuantos vigilaban a unos metros de distancia, el grupo fue informado de los acontecimientos y de la precariedad en que se encontraban en cuanto a seguridad e información. El informe corrió a cargo de Calixto mientras todos escuchaban en silencio. Había una desaprobación resignada. Se acordó que el Comité establecería un plan alternativo para entrar al país. Javier tomaba nota, era el secretario de la guerrilla y seguía obediente el dictado de Junco”.

Fue entonces que los guerrilleros se vieron obligados a dividirse en dos. Un grupo reducido cruzaría al Perú para obtener un camión y transportar a quienes esperarían escondidos entre las espesuras amazónicas. Javier Heraud no dudó en ofrecerse como voluntario. Tenía licencia de conducir y experiencia suficiente como motorista para lidiar con el accidentado camino.

Portada de “El viaje de Javier Heraud” (2019), el documental de Javier Corcuera.

El 15 de mayo de 1963, mientras Javier Heraud y Alaín Elías cruzaban en balsa el Río Madre de Dios en Puerto Maldonado, fueron cobardemente acribillados por policías apostados en el lugar. Los combatientes contaban tan sólo con un revólver para lidiar con los animales del monte. Elías logró sobrevivir, pero Javier murió producto de los 19 impactos de bala que recibió su cuerpo. Según el propio testimonio de Béjar, sus compañeros, sin dar crédito a lo que escuchaban, se enteraron del hecho por medio de un pequeño radio. Tal vez hayan recordado entonces su última palabra, su “Palabra de guerrillero”: Porque mi patria es hermosa / como una espada en el aire / y más grande ahora y aun / más hermosa todavía / yo hablo y la defiendo / con mi vida. / No me importa lo que digan / los traidores, / hemos cerrado el pasado / con gruesas lágrimas de acero. / El cielo es nuestro / nuestro el pan de cada día / hemos sembrado y cosechado / el trigo y la tierra / y el trigo y la tierra / son nuestros / y para siempre nos pertenecen / el mar / las montañas y los pájaros.

Antes de partir de La Habana, escribió una carta para ser dirigida a su madre en caso de que perdiera la vida. En ella le decía: “no me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiese querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mi, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria”. A sus 21 años dejaba tras de sí un carretel de vida inmensa, con convicciones perdurables y un camino andado de la mano de la revolución y la poesía. 

Quizás el mejor testimonio de su siembra sea el del documental del cineasta Javier Corcuera, que así lo recuerda: “Cincuenta y seis años después de su ‘muerte’ Javier Heraud sonríe. Sonríe porque no pudieron matarlo y borrarlo de la historia. Porque su poesía y su ejemplo de lucha perdura. Porque soñó que una pequeña escuelita llevaría su nombre y existen más de cuarenta colegios con su nombre. Porque hay barrios que fueron asentamientos humanos, plazas y parques que lo nombran. Una vez, los presos comunes de una cárcel de Lima me enseñaron la ‘Biblioteca Javier Heraud’ en el penal. Otra vez viajé en la ‘Cooperativa de mototaxis Javier Heraud’ en Puerto Maldonado. Cada bala que le dispararon a Javier lo multiplicó, y ahora está en el corazón de la gente para siempre”.

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