«Lo llevamos siempre en nuestro pensamiento y nuestro corazón»: Iván Cepeda, senador.
Un 9 de agosto de 1994, militares y paramilitares asesinaron al senador de la República de Colombia, Manuel Cepeda Vargas, como parte del desarrollo del genocidio contra el partido Unión Patriótica (UP).
Manuel Cepeda Vargas fue asesinado en Bogotá mientras se desplazaba por la Avenida de las Américas, cerca de su residencia. En el operativo sicarial participó Hernando Medina Camacho, exoficial de la inteligencia de la IX Brigada del Ejército Nacional de Colombia.
Camacho fue condenado a 43 años de prisión por el asesinato de Manuel Cepeda y terminó pagando 10 años por beneficios de pena. Su recaptura se logró en la ciudad de Neiva, Colombia, por una orden de homicidio.
A 31 años del asesinato de Manuel Cepeda Vargas, su hijo, Iván Cepeda Vargas, actual senador de Colombia, recuerda el crimen contra su padre, asegurando que lo “lleva siempre en su pensamiento y en su corazón”.
Iván Cepeda denunció públicamente que el asesino de su padre, Hernando Media, sigue desarrollando actos criminales en los cuales tiene un plan para asesinarlo.
Por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) calificó este hecho como parte de un plan sistemático de exterminio político del Estado colombiano con grupos criminales al margen de la ley que utilizaron para asesinar a dirigentes políticos.
Manuel, un dirigente de paz
¿Cómo logró dar con los asesinos?
Luis Alfonso Morales Aguirre, el escolta que iba con Cepeda, respondió al ataque con su revólver calibre 38, hiriendo a uno de los atacantes. En la huida, los sicarios olvidaron una pistola Walther P-38. El examen balístico inicial descartó la pistola Walther P-38 hallada en el Renault blanco abandonado por los asesinos, pues si bien disparó contra el vehículo Montero Mitsubishi en el que se transportaba Cepeda, no fue el arma homicida. El caso fue archivado.
En 1996, Yelitza Zúñiga, hija del sargento del Ejército Justo Gil Zúñiga Labrador, manipulaba una pistola que su padre había dejado al alcance en casa. El disparo accidental acabó con la vida de la niña. Por tratarse de una muerte violenta, la Fiscalía incautó el arma y ordenó una prueba balística.
El resultado: la pistola era la misma que había sido utilizada para asesinar a Cepeda. La evidencia cerró el círculo de uno de los crímenes políticos más impactantes de los años noventa en Colombia.
El juicio llegó en 1999: el juez Tercero Penal del Circuito de Bogotá condenó a 43 años de cárcel a los sargentos Justo Gil Zúñiga Labrador y Hernando Medina Camacho. Pero los autores intelectuales del crimen nunca pagaron. La operación fue parte de un plan sistemático para exterminar a la oposición política de izquierda.