• octubre 7, 2024 1:04 am

¿Sindicato? ¡De una!

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino

La noticia del suicidio de un joven de 22 años en Bogotá, el pasado 6 de noviembre, se expandió por los medios de comunicación y las redes sociales con mucha rapidez. Lo que no se supo con la misma prisa, es que era un trabajador de Tiendas D1 y que según algunos compañeros de trabajo y familiares estaba desesperado con sus condiciones laborales, tenía excesivo trabajo, lo que pudo ayudar o ser determinante en su decisión.

Según denuncias, situaciones de sobrecarga laboral, acoso sexual, el no pago de todas las horas extras, jornadas de trabajo de hasta 16 horas y las inalcanzables metas en ventas que les exigen son algunas de las irregularidades al interior de estas tiendas.

Ejemplos de las anomalías hay muchos. Está el caso de un conductor de tractocamión que se accidentó y la empresa lo dejó solo en su proceso de recuperación. El día del accidente, el trabajador llevaba 23 horas seguidas laborando. Dos meses después, fue despedido sin justa causa.

Miguel Ángel Delgado, dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores de Bogotá, CUT, y quien asesora a estos obreros, dice que en esa empresa se dan situaciones aberrantes, como llamar a un trabajador a su casa a la una de la mañana para que vaya a abrir la tienda y recibir un pedido, el no pago de todas las horas extras, o asumir pérdidas cuando hay robos y descuadres en las cajas.

“Acoso laboral por productividad, ellos deben tener un volumen de venta alto, luego de un tiempo de la tienda en determinada zona se establecen unas metas que deben cumplir. Unos deben ser cajeros, porteros, celadores, medir la temperatura. Hay un caso de una directora de una tienda que renunció muy cansada, tenía que ser vendedora, cajera, suministradora de productos cuando se acababan, celadora, medir la temperatura al ingreso y responder por toda la tienda”, comenta el dirigente sindical.

Acoso sexual

Desde hace años, Paola Cala trabajaba en Tiendas D1 en Barrancabermeja, Santander. Inició como asistente de ventas y luego ascendió a supervisora, responsabilidades en las que además de sufrir extenuantes jornadas, debió soportar el acoso sexual y laboral de su jefe inmediato.

“Allá no son humanos. Mi jefe empezó a invitarme a salir y me morboseaba, era muy fastidioso. Empecé a hacerle el feo y empezó la bronca, me decía que renunciara. Cuando había productos que se iban a vencer no me los trasladaba, me traía productos que se iban a vencer de otras tiendas para que se me vencieran a mí, eso lo mete a uno en problemas, lo llaman a descargos”, explica Paola.

Luego, cuando quedó en embarazo, la persecución fue mayor. Los gritos, las malas palabras y la ridiculización se hicieron cotidianos, al punto que la cambiaron de lugar luego de una queja que presentó ante un superior.

Al terminar su licencia de maternidad regresó a labores y a seguir soportando el maltrato. La molestaban por el tiempo para la lactancia de su bebé. Pidió traslado y no se lo aceptaron. Su jefe la trataba mal por el grupo de WhatsApp.

“El 27 de octubre denuncié ante el comité de convivencia de la empresa, adjunté pruebas sobre cómo me trataba, cómo me discriminaba. Hacemos una reunión con el gerente de ventas y mi jefe inmediato en la que exigí que se plasmara en un papel que la relación de acoso y persecución iba a cambiar”, señala esta madre y extrabajadora.

Al siguiente día, al llegar a laborar le dijeron que no podía hacerlo, que estaba despedida sin justa causa. Inmediatamente se comunicó con el presidente de la USO, Edwin Palma, quien la asesoró y le ayudó a presentar una tutela con el objetivo de ser reintegrada. No ha salido el fallo.

Los inicios del sindicato

Santiago Pérez trabajó en Tiendas D1 en el centro de distribución en el municipio de Guarne, Antioquia, y mientras estaba en periodo de prueba participó de la iniciativa de afiliarse junto con algunos compañeros al Sindicato Nacional de Trabajadores del Comercio, Sintracom. Participó en el comité de reclamos y de una mesa de negociación que hubo con la empresa.

“Empezamos a hacer consultas con los trabajadores, para ver lo que sucedía en la empresa, nos pusimos de acuerdo y le presentamos un pliego de negociaciones, creíamos que nos íbamos a blindar con un fuero circunstancial, pasaron cinco días y no hubo respuesta. A mí me terminaron contrato e iniciaron a ir a las tiendas a decirles que no se afiliaran al sindicato”, explicó Santiago.

Este trabajador comenta que los salarios son con prestaciones, y que el más bajo, para bodegueros, es de 1.120.000 pesos mensuales y para los conductores un millón 400 mil. El problema inició cuando los trabajadores empezaron a cansarse de anomalías que cada vez eran más frecuentes como excederse en jornadas diarias de 12, 14 y hasta 16 horas, sin pagarlas todas, o acosos laborales y sexuales.

Tiendas D1 en todos sus almacenes, a lo largo y ancho del país, cuentan con más de 13 mil trabajadores quienes en su mayoría están contratados a término indefinido y otro tanto por obra labor. Entre ellos hay cajeros, bodegueros de centros de distribución, conductores y parte administrativa.

En varios medios de comunicación, se ha reportado que la meta de Tiendas D1 en 2020 es llegar a tener 1.700 almacenes en todo el país y obtener ventas por ocho billones de pesos. Expresan que tienen presencia en 300 municipios de Colombia y están en 26 departamentos con cubrimiento del 77% de los hogares del país. Cifras que no redundan en el bienestar de sus trabajadores.

“Según el Código de Trabajo no se pueden poner más de dos extras por día, 12 a la semana, y allá en tres días nos ponen 12 horas o 20 semanales. En los contratos nos dicen que vamos a cumplir ciertas horas y no cumplen, maltrato de los jefes, hay mucho acoso laboral, acoso sexual”, explica el extrabajador Santiago Pérez.

Cansados de estos abusos, y con ayuda del presidente de la Unión Sindical Obrera, USO, Edwin Palma, y de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT Bogotá, empezaron a organizarse e iniciaron a afiliarse a Sintracom, pero las respuestas de parte de la administración de la empresa no fueron las mejores.

Presentaron el petitorio a Tiendas D1 y al Ministerio del Trabajo. De inmediato, la empresa inició una campaña para que los trabajadores tramitaran sus inconformidades directamente con la parte administrativa y que no lo hicieran con el sindicato, que no se afiliaran. Lo hicieron invitando a muchos trabajadores a cenar.

El dirigente de la CUT explica que en el pasado ha habido varios intentos de sindicalización en esta empresa, pero los trabajadores han sido despedidos. Esta vez se afiliaron a Sintracom, notificaron a la empresa, presentaron petitorio el 29 de octubre e iniciaron una campaña publicitaria en todo el país para que más se sindicalizaran. Muchos han manifestado su temor a organizarse porque pueden perder el empleo.

Actualmente, hacen un trabajo de sensibilización repartiendo volantes en tiendas de diferentes ciudades para que sus compañeros se sindicalicen y mediante querellas buscan el reconocimiento del sindicato por parte de la empresa, es decir, el respeto al derecho de asociación.

Acoso laboral, acoso sexual y extenuantes jornadas son denunciadas por los trabajadores de la cadena Tiendas D1. Muchos quieren afiliarse al naciente sindicato, pero no lo hacen por temor a represalias

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino

La noticia del suicidio de un joven de 22 años en Bogotá, el pasado 6 de noviembre, se expandió por los medios de comunicación y las redes sociales con mucha rapidez. Lo que no se supo con la misma prisa, es que era un trabajador de Tiendas D1 y que según algunos compañeros de trabajo y familiares estaba desesperado con sus condiciones laborales, tenía excesivo trabajo, lo que pudo ayudar o ser determinante en su decisión.

Según denuncias, situaciones de sobrecarga laboral, acoso sexual, el no pago de todas las horas extras, jornadas de trabajo de hasta 16 horas y las inalcanzables metas en ventas que les exigen son algunas de las irregularidades al interior de estas tiendas.

Ejemplos de las anomalías hay muchos. Está el caso de un conductor de tractocamión que se accidentó y la empresa lo dejó solo en su proceso de recuperación. El día del accidente, el trabajador llevaba 23 horas seguidas laborando. Dos meses después, fue despedido sin justa causa.

Miguel Ángel Delgado, dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores de Bogotá, CUT, y quien asesora a estos obreros, dice que en esa empresa se dan situaciones aberrantes, como llamar a un trabajador a su casa a la una de la mañana para que vaya a abrir la tienda y recibir un pedido, el no pago de todas las horas extras, o asumir pérdidas cuando hay robos y descuadres en las cajas.

“Acoso laboral por productividad, ellos deben tener un volumen de venta alto, luego de un tiempo de la tienda en determinada zona se establecen unas metas que deben cumplir. Unos deben ser cajeros, porteros, celadores, medir la temperatura. Hay un caso de una directora de una tienda que renunció muy cansada, tenía que ser vendedora, cajera, suministradora de productos cuando se acababan, celadora, medir la temperatura al ingreso y responder por toda la tienda”, comenta el dirigente sindical.

Acoso sexual

Desde hace años, Paola Cala trabajaba en Tiendas D1 en Barrancabermeja, Santander. Inició como asistente de ventas y luego ascendió a supervisora, responsabilidades en las que además de sufrir extenuantes jornadas, debió soportar el acoso sexual y laboral de su jefe inmediato.

“Allá no son humanos. Mi jefe empezó a invitarme a salir y me morboseaba, era muy fastidioso. Empecé a hacerle el feo y empezó la bronca, me decía que renunciara. Cuando había productos que se iban a vencer no me los trasladaba, me traía productos que se iban a vencer de otras tiendas para que se me vencieran a mí, eso lo mete a uno en problemas, lo llaman a descargos”, explica Paola.

Luego, cuando quedó en embarazo, la persecución fue mayor. Los gritos, las malas palabras y la ridiculización se hicieron cotidianos, al punto que la cambiaron de lugar luego de una queja que presentó ante un superior.

Al terminar su licencia de maternidad regresó a labores y a seguir soportando el maltrato. La molestaban por el tiempo para la lactancia de su bebé. Pidió traslado y no se lo aceptaron. Su jefe la trataba mal por el grupo de WhatsApp.

“El 27 de octubre denuncié ante el comité de convivencia de la empresa, adjunté pruebas sobre cómo me trataba, cómo me discriminaba. Hacemos una reunión con el gerente de ventas y mi jefe inmediato en la que exigí que se plasmara en un papel que la relación de acoso y persecución iba a cambiar”, señala esta madre y extrabajadora.

Al siguiente día, al llegar a laborar le dijeron que no podía hacerlo, que estaba despedida sin justa causa. Inmediatamente se comunicó con el presidente de la USO, Edwin Palma, quien la asesoró y le ayudó a presentar una tutela con el objetivo de ser reintegrada. No ha salido el fallo.

Los inicios del sindicato

Santiago Pérez trabajó en Tiendas D1 en el centro de distribución en el municipio de Guarne, Antioquia, y mientras estaba en periodo de prueba participó de la iniciativa de afiliarse junto con algunos compañeros al Sindicato Nacional de Trabajadores del Comercio, Sintracom. Participó en el comité de reclamos y de una mesa de negociación que hubo con la empresa.

“Empezamos a hacer consultas con los trabajadores, para ver lo que sucedía en la empresa, nos pusimos de acuerdo y le presentamos un pliego de negociaciones, creíamos que nos íbamos a blindar con un fuero circunstancial, pasaron cinco días y no hubo respuesta. A mí me terminaron contrato e iniciaron a ir a las tiendas a decirles que no se afiliaran al sindicato”, explicó Santiago.

Este trabajador comenta que los salarios son con prestaciones, y que el más bajo, para bodegueros, es de 1.120.000 pesos mensuales y para los conductores un millón 400 mil. El problema inició cuando los trabajadores empezaron a cansarse de anomalías que cada vez eran más frecuentes como excederse en jornadas diarias de 12, 14 y hasta 16 horas, sin pagarlas todas, o acosos laborales y sexuales.

Tiendas D1 en todos sus almacenes, a lo largo y ancho del país, cuentan con más de 13 mil trabajadores quienes en su mayoría están contratados a término indefinido y otro tanto por obra labor. Entre ellos hay cajeros, bodegueros de centros de distribución, conductores y parte administrativa.

En varios medios de comunicación, se ha reportado que la meta de Tiendas D1 en 2020 es llegar a tener 1.700 almacenes en todo el país y obtener ventas por ocho billones de pesos. Expresan que tienen presencia en 300 municipios de Colombia y están en 26 departamentos con cubrimiento del 77% de los hogares del país. Cifras que no redundan en el bienestar de sus trabajadores.

“Según el Código de Trabajo no se pueden poner más de dos extras por día, 12 a la semana, y allá en tres días nos ponen 12 horas o 20 semanales. En los contratos nos dicen que vamos a cumplir ciertas horas y no cumplen, maltrato de los jefes, hay mucho acoso laboral, acoso sexual”, explica el extrabajador Santiago Pérez.

Cansados de estos abusos, y con ayuda del presidente de la Unión Sindical Obrera, USO, Edwin Palma, y de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT Bogotá, empezaron a organizarse e iniciaron a afiliarse a Sintracom, pero las respuestas de parte de la administración de la empresa no fueron las mejores.

Presentaron el petitorio a Tiendas D1 y al Ministerio del Trabajo. De inmediato, la empresa inició una campaña para que los trabajadores tramitaran sus inconformidades directamente con la parte administrativa y que no lo hicieran con el sindicato, que no se afiliaran. Lo hicieron invitando a muchos trabajadores a cenar.

El dirigente de la CUT explica que en el pasado ha habido varios intentos de sindicalización en esta empresa, pero los trabajadores han sido despedidos. Esta vez se afiliaron a Sintracom, notificaron a la empresa, presentaron petitorio el 29 de octubre e iniciaron una campaña publicitaria en todo el país para que más se sindicalizaran. Muchos han manifestado su temor a organizarse porque pueden perder el empleo.

Actualmente, hacen un trabajo de sensibilización repartiendo volantes en tiendas de diferentes ciudades para que sus compañeros se sindicalicen y mediante querellas buscan el reconocimiento del sindicato por parte de la empresa, es decir, el respeto al derecho de asociación.

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