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Vandalismo uribista

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PorRosalba Alarcón Peña

May 16, 2021

Los colombianos tienen muchas razones para protestar, si no los mata el hambre, los mata el sistema de salud, y si no los mata lo anterior, los mata la política del partido de gobierno: el Centro Democrático direccionada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, conocido por su delicadeza para salir de sus adversarios con el accionar de los falsos positivos, falsos judiciales, la activación del paramilitarismo que va dejando ríos de sangre a lo largo y ancho del país.

Ese vandalismo puro y duro del uribismo se legalizó el 7 agosto de 2002 cuando llegó a la Casa de Nariño para ejercer la famosa “seguridad democrática” que tiene a los colombianos en la “horrible noche”, solo en 3 de los 32 departamentos dejó la suma de 6.402 falsos positivos, faltando investigar los demás departamentos, y el esclarecimiento de las masacres donde está fuertemente vinculado.

Uribe ha venido realizando su accionar detrás de cada figura política que impone, caso Iván Duque presidente legal, pero ilegitimo porque la mayoría de los colombianos no lo reconocen como el mandatario, al punto, que el estallido social que hoy viven es producto de la política de la muerte instaurada en su gobierno que logró unir a la clase media con los pobres para gritar a nivel nacional e internacional “somos antiuribistas”.

Pero, ¿Cómo opera ese vandalismo?

El vandalismo uribista pasó por tres fases primarias: se instauro en el bajo mundo de las estructuras narcotraficantes, luego, creo su grupo armado, los paramilitares, y a posteriori, se legalizó al posesionarse en los cargos públicos.

Logrando el control del narcotráfico garantizó el dinero para comprar cargos públicos, medios de comunicación, periodistas, políticos, crear empresas, silenciar personas, que, si no asedian a las peticiones de la “seguridad democrática”, sacaba la barita mágica del paramilitarismo para reprimir, desplazar y masacrar a millones de colombianos. Todas estas acciones no venían desde la clandestinidad, no, venían y vienen directamente desde la legalidad que da ser el inquilino de la casa de Nariño.

El uribismo con su narrativa anticomunista, contra insurgente, pero con el comodín del término “campesino” tendió la alfombra a varios narco-paramilitares para que desfilaran en todas las instituciones del Estado, presentados por sus cajas de resonancias como mansas palomas que vienen a salvar a los colombianos de la miseria creada por ellos mismos.

El 28 de julio de 2004, Salvatore Mancuso –máximo comandante paramilitar en el Congreso de la República- calificó a su organización como una autodefensa campesina víctima de los excesos de la guerrilla. Lo mismo, hizo Ramón Isaza de 64 años en las instalaciones del Estado.

La narrativa contra insurgente, dicen los colombianos que marchan en las calles desde el 28 de abril del presente año, “ya está mandada a recoger”, “nosotros tenemos memoria, nos matan y parece que no pasara nada, por eso estamos en las calles, ya perdimos el miedo”.

Esta lectura, la tiene clara el uribismo, el pueblo le perdió el miedo y ante el desespero de no poder controlar a los millones de colombianos que marchan en contra su marioneta entró también a retar a las organizaciones internacionales al ordenar descaradamente desde sus redes sociales masacrar al pueblo utilizando nuevamente la Fuerza Armada para disparar contra sus conciudadanos.

 “Apoyemos el derecho de los soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico”. Trinó.

Esa orden del 30 de abril a las 8:51 de la mañana por Álvaro Uribe Vélez en Twitter del año en curso, cobró la vida de 9 personas asesinadas, 4 en manos del Escuadrón Antidisturbios (Esmad) 3 de ellas en Cali, 1 en Pereira; los responsables del asesinado de las otras 5 personas no se ha logrado identificar, así lo informa el Instituto de Desarrollo para la Paz, Indepaz.

Lo que sucede en la capital caleña, departamento del Valle del Cauca, es el reflejo de la activación del paramilitarismo desde todas sus estructuras, los grandes jefes que viven al norte de las ciudades una vida cómoda, y los que están en las zonas más vulnerables los mueve la dependencia de la droga y el hambre.

Históricamente el sur de Cali ha sido habitado por narcotraficantes, (el cartel de Cali) dirigido por Miguel Rodríguez Orejuela hoy pagando pena. Esa cultura narcoparamilitar presuntamente para proteger a los “ciudadanos de bien” de la insurgencia salió muy organizada a masacrar a la Minga Indígena que protesta contra el gobierno de Iván Duque.

El accionar violento dejó 8 indígenas heridos, unos al borde de la muerte. Entonces, qué se puede colegir cuando “los ciudadanos de bien” salen con ametralladoras, pistolas de largo alcance a detener el tránsito de la Minga Indígena.  

¿Ustedes creen que personas de bien tienen ametralladoras, tienen minu uzis? Esas son armas que no tiene un ciudadano común y corriente, o las tienen los narcotraficantes, la delincuencia o la fuerza pública.

¿Qué busca el vandalismo uribista con estos hechos?

El vandalismo uribista busca establecer la falsa matriz de opinión al decir que hay un enfrentamiento civil, falso y mil veces falso, lo que hay es una estructura paramilitar urbana operando con tranquilidad y complicidad de las fuerzas armadas que están masacrando al pueblo que exige sus derechos.

Con este contexto, están abriendo el camino para declarar la necesidad de aplicar el estado de Conmoción interior y legalizar la unificación de la división poderes con la finalidad de tres elementos importantes: detener las elecciones presidenciales del 2022, aplacar la dinámica de la democracia participativa, y colocar a Colombia como el epicentro para una guerra contra Venezuela. 

Hay un dicho, cuando el pueblo tiene la razón, los gobiernos los reprimen, y si, el pueblo tiene razón, y el uribismo tiene miedo de perder el poder. La reciente encuesta por Invamer sobre la intención de voto en las elecciones presidenciales de 2022, registró que el 38.5% de los colombianos elegirían como presidente al hoy senador Gustavo Petro. Por esta razón, es tan importante para el uribismo crear el caos en las calles y justificar el estado de Conmoción interior que, pretende extender el periodo presidencial de Iván Duque.

De darse ese sueño uribista, tendrían el control absoluto de todos los poderes, profundizarían la represión militar, masacrarían con mayor facilidad a quienes protestan y con ello, exterminarían toda posibilidad del camino que hoy transitan los colombianos, el de ejercer, su poder de constituyentes primarios en plena democracia participativa y protagónica.

Además, tendrían la posibilidad de colocar el suelo colombiano para que sea el epicentro de una intervención militar contra Venezuela, pues, no es casualidad que el pasado 11 de mayo de 2021, asesinaran de un tiro en la cabeza a Óscar Rangel, conocido como Cachu, líder revolucionario y candidato a la alcaldía de San Antonio del Táchira. Asimismo, asesinaron a Tony Rojas miembro del Partido Comunista de ese país.

El vandalismo uribista no solo acabar con el patrimonio público sino el patrimonio inmaterial, es decir, con las vidas de millones de colombianos que hoy se pierden tras las balas de la gente de bien y el honorable expresidente.

Referencias.

http://www.indepaz.org.co/victimas-de-violencia-homicida-en-el-marco-del-paro-nacional/

https://elpais.com/diario/2004/07/29/internacional/1091052008_850215.html

https://www.opendemocracy.net/es/alvaro-uribe-jusctice-us-es/

Sobre el autor

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Rosalba Alarcón Peña

Rosalba Alarcón Peña, periodista y Defensora de Derechos Humanos, directora del portal web alcarajo.org y la Corporación Puentes de Paz "voces para la vida". Además, analista y columnista del conflicto armado de su país natal (Colombia) en medios internacionales. Redes sociales. Twitter: @RosalbaAP_ Facebook. Rosalba Alarcón Peña Contacto: rosalba@alcarajo.org

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