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De la violencia, de la paz y de la vida

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PorGustavo Petro

May 23, 2021

Las encuestas han enloquecido a la extrema derecha del país.

Todas las encuestas, sin excepción, van mostrando un país que aspira al cambio, que ve otra posibilidad de futuro al presente que se ha llenado de sombras, de crisis, de un abismo bárbaro.

El covid y una política muy agresiva del gobierno en favor de las élites más poderosas de Colombia, en un momento en que se necesitaba la mayor de las empatías con la población más discriminada y con la clase media, desnudó las enormes carencias sociales, económicas y éticas del país.

En medio de esa crisis que he denominado vital, la posibilidad de un cambio real se vuelve concreto y esto ha disparado la histeria de un sector de la sociedad que, acostumbrada al privilegio injusto, a la corrupción, no atisba a pensar que le iría mejor en un país de verdad democrático, transparente y culto. Un país pensado y construido para la vida.

Quienes quieren mantener este régimen de poder injusto quieren despertar el miedo. Pero lo que encuentran es esperanza. Es cierto que la esperanza es más poderosa que el miedo, siempre la historia lo ha demostrado. Y somos hoy una esperanza.

Miedo no debería sentir ni Uribe, porque en un gobierno nuestro no sería perseguido. Pero es el miedo el que él mismo quiere generalizar para poder seguir gobernando ya sin nada valioso que proponerle al país.

Para generalizar el miedo es que permiten que maten jovencitos desarmados en las manifestaciones, es que permiten que los torturen. Para generalizar el miedo intentan venderle a la sociedad, ante la usencia de las farc, que es la juventud el enemigo, a la que bautizan de vándala, olvidando que todas las madres y padres del país no pueden considerar a sus hijos como enemigos.

Lo que ha presenciado el país es bárbaro. Solo se puede comparar con las peores dictaduras, las mas sanguinarias. Es una verdadera quiebra ética promovida desde el gobierno.

Disparar a mansalva contra manifestantes pacíficos, desaparecer jóvenes, convertir lugares en centros de tortura. Solo habría que ver los videos de almacenes Exito en La Floresta de Cali para comprender parcialmente la profundidad de la salvajada que se esta presentando.

Una empresa que presta sus instalaciones para ser centro de detención de jóvenes, que se convierte en centro de tortura, con la sangre derramada en sus pisos y paredes, untando sus mercancías. Para al otro día tener todo lavado y oculto. Unos jefes de policía que creen que cumplir con su misión patriótica consiste en humillar a la juventud, golpearla y matarla, una prensa que se silencia y que busca responsables donde no están, para evadir señalar la verdadera responsabilidad, una sociedad pudiente que dispara desde camionetas cuatro puertas, como cualquier Pablo Escobar. Un presidente que, admirador de Turbay, cree que se vuelve grande y buen gobernante dejando que la matanza avance.

Para tratar de mitigar el delirio histérico en el que viven deciden que solo una parte de la juventud es la enemiga, la juventud pobre, y literalmente la persiguen y masacran, ahora intentan convertir a esa juventud pobre como una especie de zombi que obedece mis ordenes, para ver si la sociedad considera que yo soy el enemigo. Así podrían con facilidad ganar de nuevo las elecciones.

Desde el video en inglés publicado por María del Rosario Guerra y la empresa de la ex canciller, Claudia Blum, pasando por las redes de los congresistas del Centro democrático hasta la revista de Vicky Dávila, con autoentrevista falsa del presidente en inglés, han construido su estrategia desesperada para voltear las encuestas y conservar el poder. Culparme de la movilización popular y de la violencia.

La estrategia busca que el miedo haga variar el voto e impida que el país tenga el cambio que necesita. También busca que algún grupo con dinero oscuro financie mi asesinato.

Son las dos maneras que tienen para conservar el poder en el 2022. Y representan ambas una quiebra ética absoluta. Usar la muerte de los jóvenes para ganar las elecciones del 2022.

Ni una sola concentración que yo haya convocado y todas fueron antes del paro, las de la destitución arbitraria que me hizo Ordoñez cuando yo era alcalde, las de mi campaña electoral del 2018, las de mi encuentro con la ciudadanía antes del covid, han sido violentas, no hay un solo acto de violencia en una sola de ellas. Todas han sido absolutamente pacíficas.

Ahora ante movilizaciones sociales que yo no he convocado, sino que se autoconvocan, me he limitado a sugerir públicamente que los bloqueos del actual paro se vuelvan manifestaciones pacíficas. He llamado a no enfrentar la policía porque es una trampa, he llamado a la confraternización entre policías y manifestantes, he llamado a la alegría. He llamado a la vida, incluso cuando pasé por las fronteras de la muerte con el covid, que sufrí como millones de colombianos, sin ningún tratamiento privilegiado, sin aprovecharme para vacunarme irrespetando a los más viejos.

He convocado a la paz de manera pública, abierta y franca, nadie puede decir que algún nodo de Colombia Humana ha convocado a la violencia. Pero para el uribismo, la verdad no importa. Decía en mi anterior columna que siguen la táctica de Goebbels, el asesor de comunicaciones de Hitler. La mentira y el miedo, son para ellos, la base del poder.

La realidad, diferente a la que nos quieren presentar construida con sus propagandistas, es que es Uribe, Carrasquilla y Duque son los responsables del estallido social. Es la incapacidad del gobierno y su conducta adocenada ante los dueños de la banca y de la tierra, la que ha llevado al estallido social. Para ocultar su propia responsabilidad buscan culpables ficticios en el ELN, en Maduro o en mí.

Decidieron desfinanciar el estado en el año 2019, para regarle impuestos a los ricos por billones de pesos, para el año entrante ese regalo sumará 15 billones de pesos, y decidieron sobre endeudar al país en el 2020, por USD 28.000 millones sin que ese dinero hubiera fortalecido la política de la vida, la que controlara el covid, el hambre y el empleo. Y ante la realidad de un déficit fiscal disparado por su propia irresponsabilidad entonces decidieron ponerle impuestos a la comida para disminuir el déficit que ellos mismos produjeron y provocaron así el estallido social.

El mismo día que retiraron la reforma tributaria, y que creímos todos que terminaría la movilización social, cometieron la peor torpeza de todas, dispararle a la gente movilizada. La indignación llenó a la juventud popular de tal fuerza que hoy aún se mantienen en las calles. Una juventud que no tiene nada que perder y que reclama su derecho a vivir.

No fui yo el que pidió la rebaja de impuestos a los ricos en el 2019. Al contrario, advertí públicamente en el senado de la república, que tamaña decisión no traería más empleo sino más desigualdad y la crisis de las finanzas públicas.

No fui yo el que pidió que el país se endeudara para sostener las utilidades de Luis Carlos Sarmiento y los propietarios de la banca. Al contrario, pedí otro tipo de política social para enfrentar el covid, propusimos la renta básica para las cuarentenas y el subsidio total de la nómina laboral para la pequeña y mediana empresa. Se burlaron de mi cuando dije que había otra fuente de financiación diferente a la deuda, que era la emisión que hacía el Banco de la República, que, en vez de ser dirigida a la banca privada, debía ser dirigida a la renta básica y el subsidio de nómina. Dije públicamente que controlar el covid implicaba una redistribución del ingreso hacia la población pobre y la clase media, y que era necesario para salvarle la vida a decenas de miles de colombianos.

Como era de esperarse, con una política económica pensada en el 2020 por Carrasquilla como una política de salvamento de las utilidades bancarias, no se iba a controlar ni el covid, ni el hambre ni el empleo. Pero para el gobierno esto último no era su prioridad. No era el derecho a vivir, su prioridad.

No fui yo el que propuso en el 2021, que se le pusiera impuestos a la comida, para salvar la crisis en las finanzas, desatada por el mismo gobierno, al contrario, les dije que derogando la reforma tributaria del 2019, que no afectaría la clase media y popular de Colombia, se podrían encontrar los recursos para disminuir el déficit.

Pero Uribe, Carrasquilla y Duque no entendían de razones. Ciegos, hacían cálculos electorales y punto. “Ojo con el 2022” dijo Uribe y eso desató, como siempre en sus seguidores, seguidores que tiene en primera línea al mismo presidente de la república, la obediencia. No pensaron en lo que ocurriría en el 2020 y 2021 con el covid, solo en como ganar las elecciones del 2022.

Pues bien, esta realidad de la conducta del gobierno y de la mía, ha llevado a desatar el ataque contra mi.

Me acusan de la violencia que ellos mismos desatan, me acusan de la crisis que ellos mismos produjeron, ponen a sus propagandistas en redes y en la prensa a repetir como zombis el libreto. El país debe acusar a Petro, no importa si lo matan, una y otra vez que la responsabilidad de la barbarie no es de ellos, los que dan las ordenes y la permiten, los que gobiernan, sino mía.

Están pensando, obsesionados, en perpetuarse en el poder. Solo piensan en el “ojo con el 2022”.

Nos incendiaron el país en medio del covid. Y están matando y torturando a diestra y siniestra solo par ver si siguen en el poder en el 2022.

Nos toca responder. Y no es igualándonos a ellos en la barbarie.

Como siempre lo he dicho de manera pública, el bloqueo debe transformarse en multitud pacífica, la multitud puede ganar la reestructuración de la política social del gobierno gracias a la enormidad de su movilización. El bloqueo lleva al desgaste y es blanco de la barbarie represiva. La multitud es menos vulnerable a la violencia estatal y lleva a la negociación inmediata.

Es la no violencia activa nuestra respuesta a la barbarie gubernamental. Somos coherentes en nuestra forma de expresarnos como cuerpo social con nuestra política de la vida. Con hacer que la vida de todos y todas las colombianas sea el nuevo eje estructurador de las políticas concretas de gobierno.

No nos vamos a silenciar ante la barbarie. La denunciamos. Quienes han cometido crímenes de lesa humanidad contra la juventud deben salir de las instituciones públicas y ser juzgados por las instancias independientes al gobierno, la policía será reestructurada para que sea garantía de la vida de todos los hijos e hijas de las madres de Colombia y no para que sean sus verdugos.

Le solicitamos al empresariado no dejarse engañar más sobre la situación del país. Lo que están presenciando y lo que bloquea sus mercancías no es un plan predeterminado por el comunismo internacional. Es la realidad social desatendida desde hace mucho, por tanto, lo que puede ampliar sus propios negocios es atender esa sociedad que ha estallado. Un pacto social es imprescindible.

Les solicito a policías y soldados del país, no disparar contra el pueblo, la mayoría no lo ha hecho. La mayoría no ha sacado sus armas. Muchos han confraternizado con la gente. Ahora más jefes les ordenaran disparar. No lo hagan, cuando vengan los juicios esos jefes de escritorio los abandonarán y los responsabilizarán exclusivamente de todo lo acontecido como hicieron ya con las 6.402 ejecuciones de jóvenes en los gobiernos de Uribe.

Es hora que soldados y policías abracen a los jóvenes civiles de su propio pueblo, de sus propios barrios y municipios. No son ustedes enemigos entre sí, son carne de la misma realidad popular.

Nosotros no queremos la violencia ni el incendio, el miedo solo le sirve a Uribe y sus amigos. Es la paz la que trae los cambios. Y nosotros somos la esperanza del cambio.

El cambio que les proponemos es un país donde se pueda vivir. Donde la vida sea el eje del gobierno. Les proponemos un gobierno para la vida. El mayor de los derechos.

Sobre el autor

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Gustavo Petro

Gustavo Francisco Petro Urrego, senador de la República de Colombia, político y economista de ascendencia italiana, ​​exmilitante de la extinta guerrilla M-19, fundador del movimiento político Colombia Humana, candidato para la presidencia de Colombia 2022.

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