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Aboliendo la prohibición de las drogas, escenarios nacional y global

PorFelipe Tascón Recio

Nov 5, 2021

Aquello del “capital -llegando- al mundo chorreando sangre y lodo” nunca fue tan literal.


Intervención del Dr, Felipe Tascón Recio en el Foro Programático sobre drogras prohibidas.

Es conocido que Samuel Niño el piloto de Duque en la campaña del 2018, se estrelló un año después en Guatemala transportando cocaína, hasta ahí estamos ante una noticia normal de un narco ligado al régimen colombiano. En paralelo circuló un video donde Niño reclamaba la aspersión aérea de glifosato “porque al no poder fumigar, los narcotraficantes pueden sembrar a campo abierto”.

Un claro doble estándar: el piloto narco que, de dientes para fuera condena al narco, esto expone que los eslabones de la cadena de la cocaína saben que la persecución a las drogas es la fuente de sus altas ganancias.

Esto ni se descubrió en Colombia, ni con la cocaína. En 1903 se debatía entre regular o prohibir el opio en la colonia norteamericana de Filipinas. Inicialmente EE. UU. iba a continuar con la regulación fiscal de la colonia española, que cobraba a los comerciantes chinos por los fumaderos y la importación, pero el racismo y la “moral” del obispo colonial de Manila Henry Brent, lo llevaron a oponerse.

Se creó una comisión para definir entre las dos alternativas, entonces los empresarios chinos se alinearon con Brent contratando un jurista norteamericano quien le dijo a la comisión que “los clientes preferían la prohibición al sistema de contratas, porque puede ser burlada con más facilidad”.  

Desde el origen en Filipinas, hasta la actualidad en Colombia los capitalistas de la droga saben que la prohibición crea su negocio y los beneficia. Saben que es más barato corromper a unos cuantos oficiales que pagar impuestos al Estado y saben que una mercancía prohibida siempre eleva su precio. ¿Es válido y útil hoy mantener la prohibición de las drogas? No lo es, ni nunca lo ha sido. Sin embargo, desde siempre la jerarquía gubernamental, eclesiástica, financiera,

policial y militar se alineó con el prohibicionismo, e igual lo hacen las mafias, mientras que todas las pesquisas científicas han ido en su contra.

El fracaso de la guerra antidroga resalta al incumplir la meta explícita que conlleva su título, sabemos que el mercado ilegal de las drogas no ha dejado de crecer en 12 décadas, desde la historia filipina y mucho menos desde 1961 cuando se firmó la Convención Única de Estupefacientes de Naciones Unidas. Por eso se puede afirmar que se trata de una guerra que fue diseñada para fracasar.

¿Las normas internacionales impiden abolir la prohibición en cada país? La situación de países como Uruguay que reguló institucionalmente la marihuana, así como la de las 2/3 partes de la unión americana, evidencian derogable a la prohibición, sin embargo, cualquier argumento contrario es presentado por las jerarquías como un pacto con el narcotráfico, trayendo hasta hoy el estigma moral que la originó.

La prohibición debe derogarse, para conseguirlo aquí comento cuatro incongruencias con que la justifican:

1° Se justifica la prohibición por el daño que la droga produce. Al inicio solo se prohibían cocaína, morfina y opio, mientras otras como alcohol, tabaco y anfetaminas eran de venta legal, entonces contra toda evidencia supuestamente no producían daño. Medio siglo más tarde aumentó el índice de drogas prohibidas, pero se mantuvo libre el comercio de algunas incluyendo las citadas. Consumiendo las primeras se deviene en automático toxicómano o adicto, mientras quien lo hace con las del segundo grupo, sólo es bebedor o fumador.

Desde el inicio en el papel se toleró el uso médico de las drogas prohibidas, se entendían útiles sólo en manos calificadas. Cuando los profesionales de la salud reclamaron poder usarlas, la prohibición argumentó su inutilidad médica.

Luego al aparecer sucedáneos sintéticos de las drogas prohibidas (por ejemplo, la metadona un opiáceo de laboratorio), se exponía la falsedad, entonces el relato volvió a ser el del daño del uso libre, acto seguido cuando este peligro no fue probado en términos científicos se volvió de nuevo a negar la utilidad. Las 12 décadas de prohibición son el cuento del perro mordiéndose la cola, o más bien el de la competencia desleal de la big farma contra las plantas maestras.

El daño existe, y no sobra citar a Paracelso, quien en el renacimiento argumentó que la única diferencia entre medicina y veneno es la dosis. En el siglo XXI los químicos complementan que el mismo producto puede tener utilidades contrarias según su concentración, densidad, temperatura, cantidad etc. A partir de esta ecuación sanitaria y del entorno social, donde se ha derogado la prohibición queda demostrado que invertir en prevención y divulgación del daño siempre es más efectiva para reducir el consumo.

2° Se justifica la prohibición porque “la autoridad no se equivoca”, esto es la ilógica bíblica de Romanos 13, con la que la derecha sojuzga toda resistencia al autoritarismo. A pesar de ir contra la ciencia, prohibir está bien porque así lo disponen los líderes globales que nunca se equivocan. La droga en genérico, al ir contra la autoridad se vuelve sujeto criminal, delincuente símil de asesino. Esto tiene un corolario nefasto para las familias rurales que laboran la coca para cocaína, ante policías y militares devienen coto de caza para hacer méritos, mientras ellos comparten con los capos en los clubes sociales.

Se defiende la prohibición porque así lo manda la fuerza, es decir que esta por sí sola, se auto justifica. En este disparate MinDefensa Colombia con la resolución 3080/2016, en paralelo a la firma de la paz, impuso la prioridad del gasto militar en erradicación; borrando la posibilidad de cumplir lo acordado en La Habana: “Bajo el entendido de que los programas de desarrollo alternativo, dados sus costos y período de maduración, no son en sí mismos una solución definitiva al problema de las drogas en los territorios, es indispensable el diseño y aplicación de una política integral de presencia estatal”. Como integral solo entienden a la fuerza con que imponen su fuerza.

Hace cinco meses en Samaniego Nariño, campesinos mestizos e indígenas me contaron que mientras para ellos lo erradicado “son 833 hectáreas… quienes estaban al mando de las tropas -reportaron- haber erradicado 3,700 hectáreas”. Al considerar que por cada hectárea erradicada el ejército le cobra al presupuesto nacional 12 mil dólares, se entiende bien lo que lucra este argumento de fuerza, este falso positivo.

3° Se afirma que de abolirse la prohibición se dispararía el consumo y aumentarían los adictos, aunque la historia muestre lo contrario. En 2019, en el quinto aniversario de la legalización del uso adulto del cannabis en Colorado, el NYT reportaba que “las encuestas estatales no muestran un aumento en el número de jóvenes que fuman marihuana”, se había estabilizado el número de consumidores adultos, se habían reducido los arrestos y seguía sin aparecer muerte por marihuana. En el siglo XIX cuando se legalizó el consumo de opio en China, la data es que se redujo la tasa incremental de importaciones de 160 a 5%.

Alguien podrá decir que el asunto es distinto con la cocaína. Aún no hay datos del impacto de su despenalización en Oregón hace exactamente un año, en cambio sí hay documentos de la mínima problemática del alcaloide mientras fue legal antes de la 1ª guerra mundial.

4° Se argumenta que la prohibición es inamovible, los tratados mundiales, las normas nacionales y la mayoría de los estudios sobre las drogas declaradas ilícitas, asumen la prohibición como algo natural, histórico. Este rango de naturaleza, de eternidad, la eleva a los altares, a un pedestal.

Pero lo real es que los poderes constituidos globales y nacionales la volvieron fetiche porque tras el fracaso de su guerra se encubren dos objetivos reales que si se cumplen: una meta política, la fabricación de un utensilio moral que justifica el control, injerencia política y extorsión de minorías étnicas y de terceros países; además una meta económica, el control de la oferta que regula en alto el precio de la droga, gestando altas ganancias y capitalizando lo prohibido.

Aquello del “capital –llegando– al mundo chorreando sangre y lodo” nunca fue tan literal.

Hace 90 años la ley seca también se consideraba inamovible, dentro de los factores que llevaron a derogarla, vale tocar uno poco nombrado: la cercanía geográfica del problema. En 1931 muchos alambiques de whiskey en entornos sin ley se ubicaban a menos de 200 millas de la Casa Blanca, si en el 2021 El Plateado -hoy el territorio más productivo en cocaína del planeta- no se ubicara en el cañón del Micay del departamento del Cauca, sino en los montes Apalaches del estado de Virginia, otro gallo cantaría.

Washington nos exporto el problema del entorno ilegal de la producción y tráfico: el narco es factor en el feminicidio en la ciudad de Andrea, en pandemia estimuló el microtráfico en la ciudad de Ricardo, cofinanció el golpe de Estado desde la ciudad de Carlos y gestó el paramilitarismo urbano en mi ciudad; en contraste en la ciudad de Milton los DDHH le ganaron la guerra a la prohibición.

Mientras el país de John recibió los efectos secundarios del consumo ilegal, la represión racista fue exponencial, focalizada de lejos en su población afro. Sin embargo, el estallido social que provocó el asesinato de George Floyd muestra que la guerra antidrogas está en proceso de derrumbe.  

En Colombia hemos llegado a una situación donde los capitales de la cocaína participan del poder político, lo controlan en alianza con el capital financiero y el latifundio. Por eso primero en 2017 se modificó y luego en 2019 se bloqueó la implementación del acuerdo de Paz, persistiendo la cadena productiva del alcaloide y la guerra.

El peso de la cocaína en el PIB va creciendo, hoy está en el 6%, su extractivismo es peor que los de petróleo y carbón. Sin lugar a duda somos el país más necesitado de acabar con el narcotráfico, es decir de derogar la prohibición, sólo así se aclimatará la democracia.

En 2021 la ruta de la cocaína tiene pintura nueva, por primera vez en la historia dos países productores y el de mayor tránsito: Bolivia, Perú y México, coinciden con gobiernos progresistas. Se necesita que nosotros completemos este escenario el próximo año. Colombia en su calidad de productor del 70% de la oferta mundial, es imprescindible para despenalizar.

En 2022 tendremos una alineación política única que debe llevarnos a resolver el problema, a cambiar el paradigma de guerra por uno nuevo de salida pacífica. El cambio es difícil, hay que iniciarlo laborando juntos todos los países afectados, nos orienta la certeza que siempre la regulación institucional es mejor que la mafiosa.

¿Cuál sería un cronograma continental de coordinación para derogar la prohibición? Mientras este foro es académico y proyectivo, en los meses siguientes a alcanzar el gobierno debemos convocar una reunión múltiple y global, donde participen los Estados, los observatorios públicos y ciudadanos, las organizaciones campesinas, de consumidores y de ambientalistas, convocada por los países presentes en este foro. Nos ayuda mucho si los gobiernos progresistas vecinos empiezan desde ya a jalar en esta dirección.     

https://www.youtube.com/watch?v=qYSmhuS_e_c&t=29s

  

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