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LOS NIÑOS EN COLOMBIA: EL FUTURO ABANDONADO”

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PorRosalba Alarcón Peña

Nov 11, 2019

Este libro recoge una serie de aportes a la memoria de los colombianos de la realidad de los niños en la guerra, las distintas formas de reclutamiento que utilizan los grupos armados incluyendo al Estado; la lucha de las familias por recuperarlos a los niños de las garras violentas; la violencia económica que permea y conduce al camino de las armas una realidad que sigue vive en este país suramericano.

Su autor el periodista y escritor colombiano Guillermo Rico, nos hace llegar apartes de los capítulos “LOS NIÑOS EN LA GUERRA” que hacen parte de mi libro LOS NIÑOS EN COLOMBIA: EL FUTURO ABANDONADO”

Capítulo 6

Las Guerras de los Niños

Son millones de voces las que se alzan para protestar por que la guerrilla tiene niños en sus filas, que curioso, no pasa lo mismo con los, y aquí sí son miles, niños que tienen los paramilitares, en este caso, si alguien denuncia, es probable que lo desmientan o lo acusen de ser agente del terrorismo de izquierda.

Hace algunos años me di una vuelta por los territorios del sur del país donde operan estos ejércitos de extrema derecha, justo después de aplicar la ley de Justicia y Paz que presentó Uribe y que pedía la impunidad total de los paras, pero que gracias a una corte constitucional decente, el proyecto de ley, ya aprobado por el congreso, fue rechazado y devuelto para su reforma, por esto los paracos fueron condenados a ocho años de cárcel por los miles o cientos de miles de asesinatos que cometieron pero que, gracias a los hornos crematorios, muy pocos se lograron demostrar, por su puesto con la complicidad del gobierno de la época. Los que hablaron fueron extraditados y entregados a la justicia norteamericana.

Esos hornos que se emplearon para evadir la justicia eran operados en su mayoría por adolescentes, “pichones de paracos”, como los llaman sus comandantes.

Estos casi niños, están en toda la estructura paramilitar, en la mensajería, son estafetas entre las diferentes organizaciones, entran a los batallones o estaciones de policía para entregar información sobre las operaciones de los ilegales de extrema derecha. Nadie sospechará de un menor que, además, está respaldado con algún alto oficial que simplemente dirá, cuando le preguntan en la portería, “déjelo que es el hijo de un pariente que vive por estas tierras”.

Transportan armas, drogas, pertrechos y, además de atravesar poblaciones habitadas o campos abandonados, también pueden asesinar, para eso son entrenados.

Después de varios días de mi recorrido, decidí descansar un poco en algún lugar del llano, entonces uno de los vecinos al humilde hotel donde me hospedaba me invitó a pescar: “yo nunca lo he hecho y como dice Mafalda… no puede ser que hayan personas que no pueden aburrirse sin incomodar a los peces” le respondí, pero tras su insistencia, me animé… de verdad que Mafalda tiene razón, pero ya con todo el vecindario apoyando la labor y caña en la mano, lancé el anzuelo… varios minutos después me convencía que no debería estar allí y cuando recogía el nylon para retirarme, un animal había picado…. Grité y grité y volví a gritar…. Cayo, cayó, picó, pero para mi sorpresa el animal que luchaba por su vida se enredó en alguna parte del fondo del rio y las cosas se complicaron. Un joven de unos 12 años se lanzó, nadó hacia el lugar donde se había atascado el pez y se sumergió para sacar el tesoro viviente, lo hizo una, dos, y varias veces más, hasta que por fin me gritó ¡¡¡enrolle rápido!!!

Orgulloso de mi trofeo le brindé al adolescente un tamal enlatado. Para los que no sepan a qué me refiero, les explico que es una comida típica preparada en hojas de plátano, pero, gracias a algún empresario creativo, ahora los venden enlatados. Al recibirlo el héroe de la jornada me miró con sorpresa y me preguntó con cierta timidez ¿para mí…? Si, le respondí, -huy, pero lo único que hice fue salvar su pescado- respondió, no importa, le dije, entonces su explicación me dejó frio, pese al calor que hacía, “es que esos son los premios que da el comandante cuando uno ha cumplido con la orden de matar a alguien…” pero su declaración se puso peor cuando puntualizó: “a mí ya me han dado varios premios de esos.”

Ese día ratifiqué que efectivamente nuestros niños, los niños de este país no pueden disfrutar de su edad. Cuando yo tenía esos años, nos juntábamos con nuestros vecinitos de edad similar y salíamos a imaginar duras jornadas de guerra infantil, navegábamos el infinito de muestra imaginación y disparábamos con palos… éramos como los niños del lindo poema “Fusiles y Muñecas” del escritor mexicano Juan de Dios Pesa, pero aquí el sueño romántico del poeta se convierte en cruda realidad.

“Juan y Margot, dos ángeles hermanos

que embellecen mi hogar con sus cariños,

se entretienen con juegos tan humanos

que parecen personas desde niños.

Mientras Juan, de tres años, es soldado

y monta en una caña endeble y hueca,

besa Margot con labios de granado

los labios de cartón de su muñeca”. 

Hoy los niños que por desgracia caen en las bandas delincuenciales o de guerra tienen que aprender muy temprano lo poco que significa la vida y lo fácil que es quitarla, pero también lo simple que es desaparecer un cadáver para burlar la acción de la justicia.

En el caso del paramilitarismo, como ya lo expliqué, se construyeron hornos de cremación en los campos de entrenamiento clandestino que existen en todo el país, las selvas del chocó o en alguna plantación de palma africana en Córdoba, pero también las motosierras que con su miserable ronroneo destrozan los cuerpos para tirárselos a animales salvajes clandestinamente cultivados, o a los ríos, en los campos, pero también las casas de pique en las grandes ciudades como Buenaventura o Bogotá. El caso es que, para los delincuentes, hay que destruir la evidencia.

Con la guerrilla, enterrar los muertos en el corazón de la selva donde la manigua pronto esconderá la fosa clandestina, en pocos días ni el sepulturero recordará el lugar donde sepultó a su víctima, no recordaron las canecas repletas de dólares, menos lo harán con un cadáver.

Reclutarlos es más fácil que entrenarlos, la mayoría, por no decir que todos nacieron en familias muy pobres, sin recursos de ninguna clase y generalmente en medio del campo donde no pasa nada. Son niños sin futuro que el Estado desconoce y sus familias no tienen ni siquiera sueños que transmitir, así que con solo proponerles que tendrán comida, ropa, zapatos y un dinero que generalmente nunca les pagan, son motivos suficientes para enredarlos en las filas de los grupos de la muerte.

El ingreso de los menores a las filas de la guerra se da de dos formas diferentes dependiendo cual grupo los recluta: guerrilla generalmente los recibe porque han hecho eco los continuos discursos de lucha de clases que hacen los más destacados dirigentes políticos del frente, muchas veces respaldados por los padres de los jóvenes que siempre han visto a los insurgentes como el único gobierno del sector, pero también está un reclutamiento obligado, exactamente igual al que hacen los militares en las calles de las ciudades y pueblos, hasta con camión y todo. Argumentan que son necesarios para combatir al enemigo del pueblo, como dije, igual que los militares.

Pero los más frecuentes operativos de reclutamiento incluyen un gran número de hombres que llegan a los pueblos, hacen formar a todos los habitantes y sacan de las filas a los que consideran que ya son aptos para la guerra, después el calvario de hacer sufrir hasta lo sobre natural a las criaturas que nunca han visto morir a nadie, tampoco la tortura y menos las formas salvajes de asesinato acostumbrado por estas organizaciones.

Hace unos años, justo cuando los paras 1 comenzaron a contar a los medios sus formas de acción, el diario Nuevo Siglo publicó un relato sobre las formas de tortura empleadas por los paramilitares donde el victimario también se convierte en víctima. Era la orden de su comandante de cortar las nalgas o lo senos, si la torturada es mujer, para ponerlas en la parrilla y hacérselas comer a la tropa, según él, para volverlos más violentos e inhumanos.

En el marco del proceso de paz, la mesa de negociación en La Habana solicitó la realización de una serie de eventos que fueron patrocinados por las naciones Unidas y organizadas por la Universidad Nacional, uno de ellos fue el Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en Bogotá, los días 23, 24 y 25 de octubre de 2013, allí la mayoría de quejas de las delegadas de todo el país fue especialmente uno: “no más hijos para la guerra, no permitiremos que se sigan robando nuestros niños para convertirlos en asesinos o carne de cañón”.

“Cuando el comandante paramilitar “pate’palo” decidió quitarnos nuestros hijos, mi mamá y yo convocamos a todas las mamás y hermanas de los jóvenes reclutados, pero además se nos sumaron muchas personas más, por solidaridad, y marchamos al campamento donde estaban los muchachos”.

“A la entrada nos pararon los vigilantes, jóvenes que un día fueron reclutados como en ese momento los nuestros. -Quiénes son ustedes, nos preguntaron- somos madres, abuelas, hermanas, hijas, familiares y amigas de los muchachos que ustedes, abusivamente, secuestraron de los colegios, parques y casas.”

“Inicialmente nos ignoraron, después nos trataron de locas, pero con las horas y llegando ya la noche, el desespero se comenzó a notar entre las filas de los paras, algunos de ellos nos pidieron que nos fuéramos porque era probable que el comandante les ordenara dispararnos, pero no dimos ni un paso atrás, nos habíamos dividido en grupos, mientras unos cantaban y tocaban, otro descansaban, cocinaban o buscaban agua, después nos rotábamos, tras varias horas de resistencia pacífica, entonando cantos y arengando que las mujeres de Córdoba no paríamos hijos para la guerra, Pate’palo decidió entregárnoslos”. Sus cantos terminaron siendo un clamor, una exigencia de libertad que logró su cometido.

 En su relato Esther Polo Zabala, hija de María Zabala, premio nacional; Cafama la Mujer; en el 2004 se refiere a ´Don Berna’, paramilitar que azotó la zona de Córdoba hasta que Uribe lo acogió en la Ley de Justicia y Paz. La Mechuda; como ella misma se describe, estuvo en la Cumbre y, con una actitud muy descamisada, contó a los presentes buena parte del trabajo organizativo que adelantan las mujeres de Córdoba. Su relación con la clase política, los paramilitares que hoy actúan como bacrim 2 y la relación con el más importante vecino del sector, Uribe, que a su vez es el mayor terrateniente del departamento.

 El nombre de su vereda es al tiempo de un sueño, una contradicción “Valle encantado” y la contradicción parte de la realidad del que es una tierra dominada por los paramilitares donde ´Don Berna´ era la máxima autoridad de la zona que tenía la tarea de cuidarle las tierras a su patrón Uribe.

“Recuerdo que Pate’palo se paseaba en una cuatrimoto supervisando cómo se llevaba a nuestros jóvenes, para ponerlos al servicio de la guerra contra su pueblo, y a las mujeres para violarlas y prostituirlas”. Valle encantado no tiene vías pavimentadas, las bondades del desarrollo van hasta las tierras del expresidente, que no solo son miles de hectáreas del Ubérrimo, sino también otras tierras.

Sobre el autor

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Rosalba Alarcón Peña

Rosalba Alarcón Peña, periodista y Defensora de Derechos Humanos, directora del portal web alcarajo.org y la Corporación Puentes de Paz "voces para la vida". Además, analista y columnista del conflicto armado de su país natal (Colombia) en medios internacionales. Redes sociales. Twitter: @RosalbaAP_ Facebook. Rosalba Alarcón Peña Contacto: rosalba@alcarajo.org

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