• abril 25, 2024 8:43 am

Juventud: indignada y sin miedo

Los jóvenes han sido los protagonistas de las actuales protestas y del paro nacional iniciado el año pasado. Pero, qué provoca que sea así, qué los incita a enfrentar sin miedo a los cuerpos represivos del Estado

Juan Carlos Hurtado Fonseca @Aurelianolatino

Con la reapertura o vuelta a la normalidad de la economía regresaron a las calles las movilizaciones. Y aunque los motivos de las protestas eran los mismos que dieron origen al paro nacional de 2019, sumado a las masacres, el recorte de derechos laborales y las medidas económicas adoptadas durante el confinamiento, fue un hecho del acostumbrado abuso policial el detonante de las masivas protestas, principalmente en Bogotá.

Miles de personas se agruparon alrededor de varios CAI para exigir castigo a los policías torturadores y asesinos de Javier Ordóñez, pero fueron reprimidos con bolillo, gases y disparos que dejaron más muertos.

Para entender el porqué de que los protagonistas de las movilizaciones sean jóvenes, VOZ habló con el sociólogo, Magister en Ciencias Sociales, doctor en Estudios Latinoamericanos y profesor de planta de la Universidad Nacional, Miguel Ángel Beltrán.

-¿Qué provoca que la juventud sea protagonista de las actuales protestas?

-Son los jóvenes quienes han cargado con el peso del modelo económico neoliberal y el modelo político excluyente. Las últimas masacres han tenido a jóvenes como objetivos. Se está cometiendo un “juvenicidio” y los jóvenes no encuentran canales de expresión. No han tenido más alternativas que salir ante tanta rabia y frustración.

-¿Cuál es el contexto político, social y cultural en el que se desarrolla la juventud colombiana?

Es el contexto que se ha dado en los dos gobiernos de Uribe, por eso vemos a jóvenes que tienen 18 o 20 años; también de la aplicación del Plan Colombia. Además, desde el punto de vista económico, han aumentado las cifras de desempleo en los jóvenes, se están viendo los extremos de las consecuencias del modelo neoliberal. Aprovechando la cuarentena se han tomado medidas que afectan al conjunto de la sociedad, pero particularmente a ellos.

En el campo educativo no hay expectativas, y eso se ha aumentado en la pandemia. En las universidades la deserción ha llegado a un 40 o 50 por ciento. Y hay que sumar el asesinato sistemático contra líderes y lideresas sociales.

Periferia y exclusión

-Se ha visto en las protestas que donde la Policía más se ensaña con la juventud es en los barrios periféricos o donde vive gente pobre. En Bogotá no se ve que se disuelvan las manifestaciones de la misma manera en el norte que en el sur. ¿Qué piensa de eso?

Invitas a hacer una reflexión sociológica y al hablar de juventud hay que tener en cuenta que los jóvenes son una categoría heterogénea, plural, entonces tenemos que hablar de juventudes. Porque si hay unas determinaciones biológicas que tienen que ver con la edad, también hay unas condiciones sociales que determinan el accionar, y el tratamiento que reciben de las fuerzas represivas.

Evidentemente, contra los sectores populares ha sido muy duro el accionar de las fuerzas militares. Solo hay que ver quiénes están en las cárceles y vemos que son jóvenes de sectores que no han tenido las oportunidades laborales ni educativas ni de salud.

Hay otros cuyas demandas van por otro camino, si bien hay indignación y molestia, se han visto manifestaciones de estudiantes de universidades privadas con otro tipo de demandas, a las que el Estado les da un tratamiento diferente.

Pero en términos generales, para el Estado prima la solución represiva frente a la necesidad de reforma que posibilita las políticas públicas que den salidas a las problemáticas.

Miguel Ángel Beltrán

Doctrina de seguridad

-¿Cuál es la relación de esa juventud excluida con la institucionalidad? Se ve una especie de catarsis y ausencia de miedo en esos jóvenes que salen a enfrentarse a la Policía.

Sí. Lo que pasa es que estos jóvenes de sectores periféricos hacen parte de la marginalidad del Estado, son una juventud precarizada en situaciones económicas de alta vulnerabilidad y entonces nunca han sido considerados parte de la ciudadanía, del reconocimiento del Estado. Todo el tiempo están identificados como elementos que hay que vigilar, en consonancia con un discurso de seguridad y orden, como se ve en los medios de comunicación. Lo que se puede garantizar casi que eliminando estos elementos considerados de desecho. Es la mirada que tienen frente a estos sectores.

-Pero al ver esa juventud, sin educación, sin politización, sin acceso a la cultura, excluidos, es evidente que de ellos se reclutan los que van para la Policía. Y si a esto se suma la doctrina del enemigo interno de esa institución, ¿se puede explicar los niveles de violencia para reprimir, de que se dispare a la gente?

Quienes protestan como en el aparato que reprime, la mayoría son jóvenes. Como ha sido en el país, el costo fundamental de la guerra y del conflicto social en el escenario rural y urbano, lo han llevado los jóvenes. En los grupos paramilitares, el Ejército, la base han sido jóvenes.

Hay un elemento que tiene relación con el carácter de la fuerza pública que ha sido configurado en la doctrina de seguridad nacional que identifica como enemigo interno a todo aquel que proteste, a quien ejerza un pensamiento crítico. Y lejos de cumplir su función de garantizar derechos, los vulnera y ataca sistemáticamente a través de las armas y otro tipo de represiones a los jóvenes.

Por eso es fundamental una revisión de esas políticas. Desafortunadamente, en las negociaciones de paz no se tocó la democratización de las fuerzas militares, de cambiar esa doctrina que ha producido muchos jóvenes muertos.

Politización y organización

-En esa gama de jóvenes que protestan se ve a muchos que sí han tenido acceso a la educación universitaria y están en las manifestaciones, ¿con eso se pueden identificar algunos niveles de politización?

-No considero que los jóvenes sean rebeldes por ser jóvenes o conformistas por ser jóvenes. El análisis debe hacerse con base a condiciones concretas y estas están asociadas a procesos de profundización del modelo económico, al desencanto político de un Estado manejado por dos partidos con sus múltiples expresiones, un Estado excluyente que no ha permitido la participación de los jóvenes.

Así cursen una carrera universitaria, los jóvenes salen al mercado laboral y van a encontrar muy pocas posibilidades, o consiguen trabajo con condiciones muy precarizadas. Todo eso ha provocado mucha indignación y condiciones de protesta.

Algunos sectores han tenido procesos de politización, que son muy diferentes a los de los años 70 u 80, en los que los liderazgos fueron canalizados por organizaciones políticas juveniles. Hoy esas expresiones han cambiado porque han cambiado la política y las formas. Ahora son jóvenes que se convocan a través de redes, que no militan en alguna organización, pero sí tienen una motivación política desde grupos, barras de fútbol o de trabajo con la comunidad.

Logran convocarse a través de redes para acciones de protesta. No están despolitizados, sino que hay una ruptura con esos modelos de politización anteriores que caracterizaron a la juventud.

-Entonces, ¿esas nuevas formas de organización y del quehacer político pueden ser un reto para las organizaciones políticas juveniles?

Sin duda, esos son los retos y una de las falencias de las organizaciones. No se ha logrado entender y captar esa franja significativa de jóvenes que tienen esa indignación, esa desesperanza para canalizarla políticamente. El paro pasado fue importante en la medida que hubo cierta coordinación de expresiones organizadas, pero una de las grandes fallas de las organizaciones políticas es no saber cómo articular estas manifestaciones de protesta que claramente tienen un contenido político.

Alto índice de suicidios

-Al ver esas manifestaciones y la falta de organización, parece haber una juventud que cree que no tiene futuro, o como usted mismo dice, sin esperanza, y si a eso sumamos el alto índice de suicidios, entonces surgen cuestionamientos sobre qué pasa con ellos, qué pasa con su cosmovisión.

Desde la sociología el tema del suicidio es fundamental. Fue asociado generalmente con situaciones relacionadas con la anomia que generan escenarios donde los jóvenes no tiene posibilidades de realizarse en el plano económico, político, laboral y cultural. Porque es una sociedad que tiene unas agendas dependientes y a partir de los procesos de paz no se han posibilitado transformaciones profundas. Hay una agenda pendiente por resolver que se acumula.

Una de las salidas han sido los suicidios que han aumentado en las universidades, son cifras que se mantienen ocultas. Pero tampoco encuentran una identificación clara en las organizaciones que tienen propósitos específicos en términos políticos. Uno ve, por ejemplo, que hay apatía hacia las organizaciones estudiantiles.

La juventud ha sido castigada, excluida por el sistema, y la acción juvenil no logra articularse para enfrentar claramente esa situación, ser un sujeto activo políticamente que pueda avanzar hacia lograr cambios profundos.

-Desde los medios del Establecimiento se dice que las manifestaciones se deben en gran parte a que hay políticos incendiarios que polarizan y que convocan en las redes sociales, ¿qué piensa de eso?

-Es una recurrente situación de negacionismo, de desviar la atención hacia otros factores como si fueran los causantes. Causas que si no se atienden van a generar un estallido social. Es posible que haya políticos o politiqueros que usen estas situaciones, pero hay una situación concreta, objetiva que vive la sociedad colombiana que se evidencia en la rabia, en la indignación y en las protestas.

Siempre en Colombia se ha tratado de explicar el conflicto a través de factores externos, los comunistas u otros que se invocan para desconocer las dinámicas que ha generado el sistema excluyente y dictatorial.

Jóvenes en movilización el pasado 9 de septiembre. Foto Sophie Martínez.

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