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Camilo Torres: Los cristianos, los marxistas y los cambios estructurales

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PorRosalba Alarcón Peña

Jul 25, 2021

En el desarrollo de sus reflexiones sobre la planeación económica y el cambio estructural, Camilo comienza a contemplar las posibilidades sociales, culturales, políticas e ideológicas existentes en los países subdesarrollados. Encuentra, en materia de quienes pueden conducir esos procesos, tres opciones: los cristianos, los marxistas y los independientes.

En relación con los cristianos, Camilo introduce con especial énfasis la necesidad de llevar el compromiso religioso hacia una particular práctica del apostolado, que deposite toda su fuerza en una modalidad de la caridad eficaz. La cual ha de ser capaz de generar acciones dirigidas hacia la generación de cambios estructurales, desde una perspectiva que se construye en un ámbito de construcción pluralista.

Camilo advierte que se ha demostrado que el apostolado actual, debe tener como principal objetivo, especialmente en los países subdesarrollados, el logro de una caridad verdaderamente eficaz entre todos los hombres, sin distinción de credos, actitudes o culturas. Su concepción de la práctica cristiana lo conduce a proponer que se asuma con mayor compromiso socioeconómico el Evangelio y que haya una real encarnación de la figura de Cristo en cada uno, que lo lleve a la realización en el mundo de las relaciones socioeconómicas.

Para Camilo el cristianismo debe adoptar una actitud para no traicionar la práctica de la caridad. Es necesario que su reacción no sea, en absoluto, una reacción oportunista y claudicante ante las exigencias del mundo. Pero el cristiano no debe apartarse del mundo, sino preservarse del mal (Jn, xvii, 15). Debe santificar al mundo en la verdad (Jn, xvii, 19). Debe, como Cristo, encarnarse en la humanidad, en su historia y en su cultura. Para eso debe buscar la aplicación de su vida de amor sobrenatural, en las estructuras económicas y sociales, en las cuales tiene que actuar.

Sin embargo, Camilo es consciente de que las posibilidades históricas de realizar en países subdesarrollados una planificación económica, tecnificada, en favor de las mayorías, dirigida por los cristianos, más allá de la institucionalidad en su condición de ciudadanos, tiene potencialidades; pero, igualmente, grandes limitaciones. Advierte que cuando se habla de una realización temporal ejecutada por cristianos se debe descartar todo género de integrismo. Se trata de la acción de los cristianos como personas, como ciudadanos del mundo, y no como integrantes de una institución y sociedad religiosa. Por esta razón no es necesario definir, si esta acción se verificará por un partido político que se llame cristiano, o por cualquier organización en que participen los cristianos. Lo que se intenta definir son las posibilidades, ventajas y desventajas, de que los cristianos lleven el liderazgo de una planificación tecnificada en favor de las mayorías en países indigentes.

El nivel alcanzado en materia científica y técnica para poder conducir el desarrollo de la sociedad es muy limitado en el mundo de los cristianos. En la sociedad de comienzos de la década del sesenta, todavía existe un modelo religioso muy tradicional y conservador, y, en general, el pensamiento y la institucionalidad religiosos no se han abierto a los cambios que se están produciendo en el mundo. Camilo es claro conocedor de esa situación, por tanto, reconoce que no obstante los adelantos logrados en los últimos tiempos, es necesario reconocer que los cristianos han andado a la zaga en el campo de las realizaciones sociales. Además, sólo en los últimos tiempos la orientación técnica y científica ha sido patrimonio de los cristianos.

Tanto por su comprometimiento como por su calificación científica, los cristianos, especialmente en los países subdesarrollados, no merecen en general, o no pueden llevar el liderazgo en la planificación económica y en la reforma de estructuras. Esta situación podría cambiar, en el caso de que las otras corrientes ideológicas se detuvieran en su acción y en su tecnificación, y los cristianos continuaran en su avance. Sin embargo, esto no parece probable. No obstante, Camilo considera que si los cristianos asumieran el liderazgo del cambio y de la planificación, es posible que los fines últimos fueran de un humanismo más integral y que los medios escogidos fueran menos traumáticos, especialmente en relación con ciertos valores espirituales.

Camilo no deja de moverse en los ámbitos de una realidad institucional y religiosa que no puede desconocer y que lo lleva a afirmar que dadas las circunstancias históricas en que se encuentran los cristianos, es posible que éstos fallen por la falta de tecnificación y por el monolitismo doctrinal. Monolitismo, en el sentido de exclusión del pluralismo en la acción, lo cual impide el concurso de muchos líderes de alta calificación científica. Esta exclusión no se la pueden permitir los países en donde lo que hay es precisamente penuria de técnicos.

Camilo es conocedor de las limitaciones que tienen los cristianos como ciudadanos y profesionales, científicos y técnicos, para comprometer su acción con transformaciones estructurales que conduzcan a una sociedad más humana y justa. También conoce el cierre institucional de la Iglesia en relación con el compromiso social y su enfoque tradicional, construido sobre las prácticas de una fe ciega que se separa del mundo real y no pondera en la justa dimensión de lo que significa el mito de la presencia de Cristo en el mundo, del lado de los más humildes y necesitados. De ahí el llamado de Camilo a encarnarse en un Cristo comprometido con lo humano.

La Iglesia como institución, se ha puesto del lado de las minorías y se ha hecho protagonista del ciclo de violencia que azotó al país apenas dos décadas antes. Por eso, el llamado de Camilo no es a la Iglesia como institución, sino a los cristianos como ciudadanos de fe, para que a través de la caridad eficaz lleguen al compromiso consciente de la necesidad de trabajar a favor de las mayorías y de los cambios estructurales.

En el caso de la ruta de planeación económica y cambio estructural dirigida por los marxistas, Camilo comienza por hacer una precisión elemental al respecto de qué entiende él en el ámbito de esa designación: por marxistas se entiende específicamente los que se adhieren al materialismo histórico y al materialismo dialéctico.

Dentro de éstos se encuentran los comunistas ortodoxos. El caso de éstos es necesario tratarlo aparte. En primer lugar, se considerarán los marxistas que no obedecen a la disciplina de los partidos comunistas oficiales.

Para Camilo en el mundo moderno, los marxistas comenzaron el movimiento en favor del cambio de estructuras. Tienen técnicos en economía y en ciencias físicas y biológicas. El dogmatismo en ciencias sociales perjudica parcialmente a los ortodoxos, que son los verdaderamente dogmáticos. Se dice “parcialmente”, porque muchos análisis socioeconómicos de los ortodoxos concuerdan con la realidad socio-económica de los países indigentes. Es más: si se comparan los análisis marxistas que versan estrictamente sobre la realidad socio-económica de estos países con los análisis capitalistas, los primeros, es decir, los marxistas, son más adaptados a la realidad y, sobre todo, a las expectaciones de las mayorías indigentes.

En lo referente a la planificación económica, Camilo entiende que los marxistas han tenido la prioridad. Sin embargo, considera que es necesario establecer la diferencia entre el mecanismo puramente económico, administrativo y técnico de una planificación económica que regule autoritativamente las inversiones, y la filosofía que ha inspirado esa regulación. Regulación que se encuentra inspirada, hoy en día, y practicada en virtud de otras filosofías, por ejemplo, en Israel. Lo que prueba que no está necesariamente ligada a la ideología marxista.

En el universo de las ventajas y las desventajas que Camilo ve en la planeación marxista, señala que en relación con las ventajas apenas dos décadas antes. Por eso, el llamado de Camilo no es a la Iglesia como institución, sino a los cristianos como ciudadanos de fe, para que a través de la caridad eficaz lleguen al compromiso consciente de la necesidad de trabajar a favor de las mayorías y de los cambios estructurales.

En el caso de la ruta de planeación económica y cambio estructural dirigida por los marxistas, Camilo comienza por hacer una precisión elemental al respecto de qué entiende él en el ámbito de esa designación: por marxistas se entiende específicamente los que se adhieren al materialismo histórico y al materialismo dialéctico. Dentro de éstos se encuentran los comunistas ortodoxos. El caso de éstos es necesario tratarlo aparte. En primer lugar, se considerarán los marxistas que no obedecen a la disciplina de los partidos comunistas oficiales.

Para Camilo en el mundo moderno, los marxistas comenzaron el movimiento en favor del cambio de estructuras. Tienen técnicos en economía y en ciencias físicas y biológicas. El dogmatismo en ciencias sociales perjudica parcialmente a los ortodoxos, que son los verdaderamente dogmáticos. Se dice “parcialmente”, porque muchos análisis socioeconómicos de los ortodoxos concuerdan con la realidad socio-económica de los países indigentes. Es más: si se comparan los análisis marxistas que versan estrictamente sobre la realidad socio-económica de estos países con los análisis capitalistas, los primeros, es decir, los marxistas, son más adaptados a la realidad y, sobre todo, a las expectaciones de las mayorías indigentes.

En lo referente a la planificación económica, Camilo entiende que los marxistas han tenido la prioridad. Sin embargo, considera que es necesario establecer la diferencia entre el mecanismo puramente económico, administrativo y técnico de una planificación económica que regule autoritativamente las inversiones, y la filosofía que ha inspirado esa regulación. Regulación que se encuentra inspirada, hoy en día, y practicada en virtud de otras filosofías, por ejemplo, en Israel. Lo que prueba que no está necesariamente ligada a la ideología marxista.

En el universo de las ventajas y las desventajas que Camilo ve en la planeación marxista, señala que en relación con las ventajas del problema, tienden a constituirse en idiotas útiles de alguno de los sectores de reestructuración económica y social.

Sobre el autor

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Rosalba Alarcón Peña

Rosalba Alarcón Peña, periodista y Defensora de Derechos Humanos, directora del portal web alcarajo.org y la Corporación Puentes de Paz "voces para la vida". Además, analista y columnista del conflicto armado de su país natal (Colombia) en medios internacionales. Redes sociales. Twitter: @RosalbaAP_ Facebook. Rosalba Alarcón Peña Contacto: rosalba@alcarajo.org

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