• abril 20, 2024 2:11 am

Guerra de guerrilla: el guerrillero como combatiente

Con la intención de dar a conocer los esfuerzos realizados por personajes nacionales e internacionales a favor de la paz de Colombia y de Latinoamérica, contaremos la historia a través de diferentes libros y textos que AlCarajoOrg publicará.

Todos los lunes estaremos publicando los textos del médico, político, escritor, periodista, guerrillero y revolucionario Ernesto Guevara, argentino nacionalizado en Cuba.

2. El guerrillero como combatiente

La vida y característica del guerrillero, fundamentalmente esbozadas, exigen una serie de condiciones físicas, mentales y morales para adaptarse a ella y poder cumplir a cabalidad la misión encomendada.

La primera interrogación que surge es, ¿cómo debe ser el soldado guerrillero? Y hay que contestar que el soldado guerrillero debe ser preferentemente habitante de la zona.

Porque allí tiene sus amistades a quienes recurrir personalmente; porque, al pertenecer a la misma zona, la conocerá -que es uno de los factores importantes de la lucha guerrillera el conocimiento del terreno- y, porque estará habituado a las vicisitudes que en ella pase y podrá entonces rendir un mejor trabajo, sin contar con que agregará a todo esto, el entusiasmo de defender lo suyo o luchar por cambiar el régimen social que atenta contra su mundo.

El combatiente guerrillero es un combatiente nocturno, y al decir esto se dice también que tiene todas las cualidades de la nocturnidad. Debe ser solapado, marchar hacia el lugar del combate, por llanos o montañas, sin que nadie se entere de sus pasos y caer sobre el enemigo aprovechando el factor sorpresa, muy importante de recalcar en este tipo de lucha. Luego del pánico que causa toda sorpresa, debe lanzarse a la lucha implacablemente, sin admitir una sola debilidad en los compañeros y aprovechando el menor indicio de ella por parte del contrario. Cayendo como una tromba, destruyéndolo todo, sin dar cuartel que no sea el que las circunstancias tácticas aconsejen, ajusticiando a quien haya que ajusticiar, sembrando el pánico entre los combatientes enemigos, pero, al mismo tiempo, tratando benévolamente a los vencidos indefensos, respetando también a los muertos.

Un herido debe ser sagrado, curársele lo mejor posible -salvo que su vida anterior lo haga acreedor a un castigo de la magnitud de la muerte, en cuyo caso se procederá de acuerdo con los antecedentes del sujeto-. Lo que nunca puede hacerse es llevar un prisionero, salvo que se tenga ya una sólida base de operaciones, inexpugnable para el enemigo. En caso contrario, ese prisionero se convertirá en arma peligrosa contra la seguridad de los habitantes de la región o la guerrilla misma por los informes que pudiera dar al reintegrarse al ejército de donde proviene. Si no fuera un connotado criminal, se le dejará en libertad luego de arengarlo.

El combatiente guerrillero debe arriesgar su vida cuentas veces sea necesario, estar dispuesto a rendirla sin el menor asomo de duda en el momento preciso, pero, al mismo tiempo debe ser precavido y no exponerse nunca innecesariamente. Todas las precauciones posibles deben ser tomadas para evitar un desenlace adverso o un aniquilamiento. Por ello es importantísimo en todo combate la vigilancia total de los puntos por donde puedan llegar refuerzos al enemigo, incluso para evitar un cerco, cuyas consecuencias no suelen ser tan grandes en cuanto a la magnitud del desastre físico que ocasiona, sino del desastre moral que reporta la pérdida de fe en las posibilidades de la lucha.

Sin embargo, debe ser audaz, analizar correctamente los peligros y las posibilidades de una acción y estar siempre presto a tomar una actitud optimista frente a las circunstancias y a encontrar una decisión favorable aún en los momentos en que el análisis de las condiciones adversas y favorables no arroje un saldo positivo apreciable.

Para que el guerrillero pueda sobrevivir en medio de las condiciones de la lucha y acción del enemigo, se precisa un grado de adaptabilidad que permita al combatiente identificarse con el medio en que vive, adaptarse a él, aprovecharlo lo más posible como su aliado. Al mismo tiempo precisa una rápida concepción y una inventiva instantánea que permita cambiar el curso de los hechos de acuerdo con la marcha de la acción decisiva.

Estas adaptabilidades e inventivas de los ejércitos populares son las que arruinan todas las estadísticas y las que frenan el impulso de los amos de la guerra.

El guerrillero no debe, de ninguna manera, dejar a un compañero herido a merced de las tropas enemigas pues la suerte de éste será, casi seguramente, la muerte. Cueste lo que cueste, hay que retirarlo de las zonas de combate para trasladarlo a un lugar seguro. Las más grandes fatigas y los más grandes peligros deben correrse para esta tarea. El soldado de guerrillas debe ser un extraordinario compañero.

Al mismo tiempo, será callado. Todo lo que se diga o se haga delante de él debe permanecer reservado estrictamente a su propio conocimiento, nunca permitirse una sola palabra de más, aun con los propios camaradas de lucha, pues el enemigo tratará en todo momento de introducir sus hombres dentro de la estructura de la guerrilla para tratar de enterarse de planes, lugares y medios de vida seguidos o utilizados por ella.

Además de las cualidades morales que hemos apuntado, debe poseer una serie de cualidades físicas importantísimas. El soldado guerrillero tendrá que ser infatigable. Habrá que encontrar un más allá en el momento en que el cansancio parezca ser ya intolerable.

Siempre tiene que relucir su gesto, sacado de lo más hondo del convencimiento, que obligue a dar otro paso, no el último tampoco, pues conseguirá otro, y otro, y otro hasta llegar al lugar designado por los jefes.

Debe ser sufrido hasta un grado extremo, no sólo para sobrellevar las privaciones de alimentos, de agua, de vestido y techo a que se ve sometido en todo momento, sino también para soportar las enfermedades y las heridas que muchas veces deben curarse sin mayor intervención del cirujano, con la sola acción de la naturaleza; y debe serlo así, porque la mayoría de las veces el individuo que abandona la zona guerrillera, para ir a curarse algún mal o alguna herida, es asesinado por el enemigo.

Para cumplir estas condiciones, necesita también una salud de hierro que lo haga resistir todas estas adversidades sin enfermarse y que convierta su vida de animal acosado en un factor más de fortalecimiento, para hacerse, ayudado por la adaptabilidad natural, algo así como una parte misma de la tierra donde combate.

Todas estas consideraciones nos lleven a preguntarnos: ¿cuál será la edad ideal para el guerrillero? Siempre estos límites son muy difíciles de precisar por una serie de características sociales y hasta individuales que amplían o disminuyen la cifra. Un campesino, por ejemplo, será mucho más resistente que un hombre de ciudad. Un hombre de ciudad, acostumbrado a los ejercicios físicos y a la vida sana, será mucho más eficiente que un hombre que viviera toda su vida detrás de un escritorio, pero, en términos generales, se puede decir que la edad máxima del combatiente, en la etapa absolutamente nómada de la guerrilla, no debe ser mayor de cuarenta años, salvo algunas excepciones que se dan, sobre todo, entre los campesinos. Uno de los héroes de nuestra lucha, el comandante Crescencio Pérez, entró en la Sierra con sesenta y cinco años y era en ese momento uno de los hombres más útiles de la tropa.

Podemos preguntarnos también si es necesaria una composición social determinada entre los miembros de una guerrilla. Se ha dicho que esta composición social debe ajustarse a la que tenga la zona elegida como centro de operaciones, es decir, que el núcleo combatiente del ejército guerrillero debe ser campesino.

El campesino es, evidentemente, el mejor soldado, pero esto no quiere decir de ninguna manera que se excluya a los demás elementos de la población, quitándoles la oportunidad de luchar por una causa justa. Además, las excepciones individuales son muy importantes también en este aspecto.

Todavía no se ha fijado la edad límite inferior. Creemos que no se debe aceptar, salvo, también circunstancias especialísimas, a menores de dieciséis años en la contienda.

Aquí en general, estos muchachos, casi niños, no tienen el suficiente desarrollo como para poder soportar los trabajos, las inclemencias, los sufrimientos a que serán sometidos.

Puede decirse que la mejor edad del guerrillero fluctúa entre los veinticinco y los treinta y cinco años, etapa en que la vida ha tomado cauces definitivos para todos y quien se va, abandonando su hogar, sus hijos y su mundo entero, ya ha meditado bien su responsabilidad y lo hace con la decisión firme de no retroceder un paso. También entre los niños hay casos extraordinarios de combatientes que han logrado las más altas graduaciones de nuestro Ejército Rebelde, pero no es esto lo normal y, por uno que haya mostrado sus grandes condiciones combatientes, hay decenas que debieron ser reintegrados a sus hogares y que constituyeron durante mucho tiempo un lastre peligroso para la guerrilla.

El guerrillero, ya lo dijimos, es un soldado que lleva, como el caracol, su casa a cuestas, de modo que tiene que ordenar su mochila de forma tal que la menor cantidad de utensilios rinda la mayor utilidad posible. Solamente llevará lo imprescindible, pero lo conservará a través de todas sus peripecias como algo fundamental que no puede perderse, sino en situaciones adversas extremas.

Por eso mismo, también su armamento será exclusivamente el que lleve consigo.

Muy difícilmente habrá reaprovisionamiento, sobre todo de balas; no mojarlas, repasarlas siempre, contarlas una a una para que no se pierdan, es la consigna, y el fusil, mantenerlo en constante estado de limpieza, bien engrasado, con el cañón reluciente, siendo conveniente que el jefe de cada grupo aplique algún castigo a los que no tengan en estas condiciones el armamento.

Gentes con características tan nobles de devoción y firmeza que las permitan actuar en las condiciones adversas ya descritas; tiene que tener un ideal. Este ideal es simple, sencillo, sin mayores pretensiones, y, en general, no va muy lejos, pero es tan firme, tan claro, que por él se da la vida sin la menor vacilación. Es, en casi todos los campesinos, el derecho a tener un pedazo de tierra propia para trabajarla y a disfrutar de un trato social justo. Entre los obreros, tener trabajo, recibir un salario adecuado y también un trato social justo. Entre los estudiantes y profesionales se encuentran ideas más abstractas como es el sentido de la libertad por la que se lucha.

Todo esto nos lleva a preguntarnos cómo vive el guerrillero. Su vida normal es la caminata. Vamos a poner, por ejemplo, un guerrillero de montaña situado en las regiones boscosas, con acoso constante por parte del enemigo. En estas condiciones, una guerrilla se mueve durante las horas del día para cambiar de posición, sin comer; llega la noche, y en algún claro, cerca de una aguada, se establece el campamento siguiendo la acostumbrada organización, juntándose cada grupo para alimentarse en común y, al atardecer, se encienden los fogones, con lo que haya.

El guerrillero come cuando puede y todo lo que puede. A veces fabulosas raciones desaparecen, en las fauces del combatiente, y otras pasa dos o tres días de ayuno, sin menguar su capacidad de trabajo.

La vivienda será el cielo abierto; interpuesto entre éste y la hamaca, un pedazo de tela impermeable de nylon, más o menos grande, y debajo de la hamaca y de la tela, la mochila, el fusil y las balas, es decir, los tesoros del guerrillero. Hay lugares donde no conviene quitarse los zapatos ante la posibilidad de un ataque sorpresivo del enemigo. El zapato es otro de sus preciados tesoros. Quien tiene un par de ellos asegura una existencia feliz dentro del ámbito de las necesidades imperantes.

Así irá transcurriendo día tras día, sin acercarse a ningún lugar, escapando a todo contacto que no haya ya previamente establecido, viviendo en las zonas más agrestes y pasando hambre, sed a veces, frío, calor; sudando en las continuas marchas, secando su sudor sobre él y agregando nuevos sudores, sin que haya la posibilidad de un aseo continu (aunque esto dependa también de la disposición individual de la persona, como en todos los casos).

Durante la pasada guerra, al entrar en el caserío de El Uvero, después de una marcha de 16 kilómetros y una lucha de dos horas 45 minutos a pleno sol, mas muchos días pasados en condiciones muy adversas; a orillas del mar, con una temperatura cálida, con un sol rajante, nuestros cuerpos despedían un olor característico y agresivo que repelía cualquier extraño que se acercara. Nuestro olfato estaba completamente sincronizado con ese tipo de vida; las hamacas de los guerrilleros se conocían por su característico olor individual.

En las condiciones descritas, los campamentos deben ser fácilmente levantables, no deben quedar huellas que lo delaten; la vigilancia tiene que ser extrema. Por diez hombres que duerman, debe haber uno o dos en vela, renovarse continuamente los centinelas y mantener todas las entradas del campamento bien vigiladas.

La vida de campaña enseña una serie de trucos para hacer la comida, unos para hacerla más rápida, otros para condimentarla con cualquier pequeñez que se encuentre en el monte, otros para inventar nuevos platos que den un aspecto variado al menú guerrillero, compuesto esencialmente de tubérculos, granos, sal, algo de aceite o manteca y, muy especialmente, trozos de carne de algún animal sacrificado, esto en cuanto al panorama de un grupo operando en sectores de áreas tropicales.

Dentro del andamiaje de la vida combatiente, el hecho más interesante, el que lleva a todos al paroxismo de la alegría y hace marchar con renovados bríos, es el combate. El combate, clímax de la vida guerrillera, se produce en el momento oportuno en que ha sido localizado e investigado algún campamento enemigo lo suficientemente débil como para ser aniquilado, o en el momento en que una columna adversaria avance hacia el territorio directamente ocupado por la fuerza liberadora. Ambos casos son diferentes.

Contra el campamento, la acción será global y tenderá fundamentalmente a cazar a los miembros de las columnas que vengan a romper el cerco, porque nunca un enemigo atrincherado es la presa favorita del guerrillero; el enemigo en movimiento, nervioso, falto de conocimiento del terreno, temeroso de todo, sin protecciones naturales para defenderse, es la presa ideal. Por mala situación que tenga quien está parapetado, con poderosas armas para repeler una agresión, no estará nunca en las mismas condiciones de una larga columna que es atacada sorpresivamente por dos o tres lugares, fraccionada, y cuyos atacantes se retiran antes de cualquier reacción en caso de no poder cercarla y destruirla totalmente.

Si no hay posibilidades de derrotar por hambre o sed o por un asalto directo a los que están atrincherados en el campamento, después que el cerco haya dado sus frutos destruyendo a las columnas invasoras, debe retirarse. En el caso de que la columna guerrillera sea demasiado débil y la columna invasora demasiado fuerte, la acción se centrará sobre la vanguardia. Hay que tener una predilección especial por ésta, cualquiera que sea el resultado a que se quiere llegar, pues después que se ha golpeado unas cuantas veces sobre la misma y se ha difundido entre los soldados la noticia de la muerte casi constante de quienes ocupan los primeros lugares, la renuencia a ocuparlos provoca hasta verdaderos motines. Por ello, debe siempre golpearse allí, aunque además se golpee en cualquier otro punto de la columna.

Del equipo del guerrillero depende la mayor o menor facilidad con que pueda cumplir su función y adaptarse al medio. El guerrillero, aun reunido en los pequeños conglomerados que constituyen su grupo de acción, tiene características individuales. Debe tener en su mochila todo lo necesario para subsistir en caso de quedar solo durante algún tiempo y, además, su casa habitual. Al dar la lista del equipo, nos referimos esencialmente al que podría llevar un individuo colocado en las situaciones de inicio de una guerra, en terreno accidentado, con lluvia frecuente, frío relativo y acoso del enemigo, es decir, nos colocamos en la situación del inicio de la guerra cubana de liberación.

El equipo del guerrillero se divide en esencial y accesorio. Entre lo primero está la hamaca que permite descansar adecuadamente. Además, siempre se encuentran dos árboles donde tenderla y puede servir, en caso de dormir en el suelo, de colchón, siempre que haya lluvia o esté el terreno mojado, lo que ocurre con mucha frecuencia en las zonas montañosas tropicales, la hamaca es imprescindible para poder conciliar el sueño, un pedazo de tela impermeable de nylon es su complemento. Se usa el nylon de un tamaño que permita cubrir la hamaca, con cuatro cordeles atados en sus respectivas puntas y un cordel mediano que se ata en los mismos árboles donde será tendida. El último cordel sirve entonces de divisoria de las aguas y el nylon se ata por sus puntas a cualquier otro arbusto cercano formando una pequeña tienda de campaña.

La frazada es imprescindible, pues hace mucho frío en la montaña al caer la noche. Es necesario llevar también un abrigo que permita a su poseedor afrontar los cambios extremos de temperatura. El vestuario se compondrá de pantalón y camisa de trabajo rudo, sea de uniforme o no. Los zapatos deben ser de la mejor construcción posible y uno de los primeros artículos que hay que tener en reserva, pues sin ellos se hace muy difícil la marcha.

Como el guerrillero lleva la casa a cuestas en la mochila, ésta es algo muy importante. Las más primitivas pueden hacerse con un saco cualquiera al que se adaptan dos asas de soga, pero son preferibles las de lona que existen en el mercado o hechas por algún talabartero. Siempre el guerrillero debe llevar alguna comida personal, además de la que tiene la tropa o se consuma en el lugar de descanso. Artículos imprescindibles son: el más importante, manteca o aceite, necesario para el consumo de grasas del organismo; productos enlatados que no deben consumirse sino en circunstancias en que ya no exista, materialmente, la posibilidad de lograr comida para cocinar, o cuando haya demasiadas latas y su peso impida la marcha; las conservas de pescado, de gran poder nutritivo, la leche condensada, buen alimento, sobre todo por la gran cantidad de azúcar que contiene, y, además, por su sabor una golosina, puede llevarse también leche en polvo; el azúcar es otra parte esencial del equipo; y lo es la sal, sin la cual la vida resulta un martirio. Algunas sustancias que sirvan de condimento a las comidas, para lo cual las más comunes son la cebolla y el ajo, aunque puede haber otras que varíen de acuerdo con la característica del país. Con esto cerramos el capítulo de lo esencial.

El guerrillero debe llevar plato, cuchara y cuchillo de monte que le sirva para todos los diferentes trabajos necesarios. El plato puede ser de campaña o también alguna olla o lata donde se cocine desde un pedazo de carne frita hasta una malanga, una papa o se haga alguna infusión como té o café.

Para cuidar el fusil es necesario grasas especiales, que deben ser muy cuidadosamente administradas -el tipo de aceite de máquina de coser es muy bueno si no hay uno especial- pañoletas o paños que sirvan para repasar constantemente las armas y una baqueta para limpiarlas por dentro, trabajo que debe efectuarse con cierta frecuencia. La canana será de fabricación standard o casera según las posibilidades, pero debe ser suficientemente buena para no perder ni un solo proyectil; las balas son la base de la lucha, sin ellas todo lo demás sería vano, hay que cuidarlas como oro.

Debe llevarse una cantimplora o un botellón con agua, pues es imprescindible beberla en abundancia y no siempre se está en condiciones de lograrla en el momento indicado. Entre los medicamentos hay que llevar los de uso general en todos los casos, como puede ser la penicilina u otro tipo de antibiótico, sobre todo el tipo oral, bien cerrados, calmantes febrífugos como la aspirina y medicamentos adecuados para combatir las enfermedades endémicas del lugar. Pueden ser tabletas contra el paludismo, sulfas para diarreas, antiparasitarios de cualquier tipo, en fin, acoplar la medicina a las características de la región. Es conveniente, en lugares donde haya animales venenosos, que se lleve el suero correspondiente, el resto del equipo médico debe ser quirúrgico. Además, pequeños equipos personales para curas de menor importancia.

Un complemento habitual y sumamente importante en la vida del guerrillero, es la fuma, ya sean tabacos, cigarros o picadura para la pipa, pues el humo que puede echar en momentos de descanso es un gran compañero del soldado solitario. La pipa es muy útil, pues permite aprovechar al máximo, en los momentos de escasez, todo el tabaco de los cigarros o el que queda en las colillas de los puros. El fósforo es importantísimo no sólo para encender cigarros sino para prender el fuego, que es uno de los grandes problemas del monte en época de lluvia. Es preferible llevar fósforos y un encendedor, de modo que si a éste le falta la carga queden aquellos como sustitutos.

Es conveniente que se lleve jabón, no tanto para el aseo personal como para el de las vasijas, pues son frecuentes las infecciones intestinales o irritaciones producto de las comidas fermentadas que se ingieren conjuntamente con la nueva, debido a la vasija sucia.

Con todo el equipo descrito, un guerrillero puede tener la seguridad de vivir en el monte en cualquier condición adversa los días necesarios para capear la situación, por mala que sea.

Hay accesorios que a veces son útiles y otras constituyen un estorbo, pero que, en general, prestan gran utilidad. La brújula es uno de ellos, aunque, en una zona dada, al principio se utiliza mucho como complemento para la orientación, pero, poco a poco, el conocimiento del terreno hace innecesario este instrumento, por otro lado, muy difícil de usar en terrenos montañosos, pues la ruta que indica no es frecuentemente la ideal para llegar de un lugar a otro, ya que la línea recta suele estar cortada por obstáculos insalvables.

Otro implemento útil es un pedazo de tela de nylon extra para tapar todos los equipos en un momento de lluvia. Recuérdese que la lluvia es, en los países tropicales, muy constante en ciertos meses y que el agua es enemiga de todos los implementos del guerrillero, ya sea comida, armamento, medicinas, papeles o ropa.

Una muda de ropa puede ser llevada pero constituye en general carga de novatos. Lo usual es llevar como máximo un pantalón, suprimiendo la ropa interior y otros artículos como la toalla. Es que la vida del guerrillero enseña el ahorro de energía para llevar la mochila de un lado a otro e irá quitando todo lo que no tiene valor esencial.

Un pedazo de jabón que sirva tanto para lavar los enseres como el aseo personal, un cepillo de dientes y la pasta, son los adminículos de aseo. Es conveniente que se lleve algún libro, intercambiable entre los miembros de la guerrilla, libros que pueden ser buenas biografías de héroes del pasado, historias o geografías económicas, preferentemente del país, y algunas obras de carácter general que tiendan a elevar el nivel cultural de los soldados y disminuyan la tendencia al juego u otra forma de distraer el tiempo, a veces demasiado largo en la vida del guerrillero.

Siempre que haya un espacio extra en la mochila debe llenarse de comida, salvo en zonas que ofrezcan condiciones muy ventajosas para la alimentación. Pueden llevarse golosinas o comida de menor importancia que sirva de complemento a las básicas. La galleta puede ser una de ellas, aunque ocupa mucho lugar y se rompe convirtiéndose en polvo. En los montes cerrados es útil llevar un machete; en los lugares muy húmedos una botellita con gasolina o conseguir madera resinosa del tipo del pino que permita en un momento dado hacer fuego, aunque el leño esté mojado.

Debe ser un complemento habitual del guerrillero, una libreta que sirva para anotar datos, para cartas al exterior o comunicación con otras guerrillas, así como lápiz o pluma.

Siempre debe tener a mano pedazos de cordel, o soga, que tiene múltiples aplicaciones y además aguja, hilo y botones para la ropa. El guerrillero que lleve este equipo tendrá una sólida casa a sus espaldas, de un peso considerable pero suficiente para asegurarse la vida más cómoda dentro de la dura faena de la campaña.

Sobre el autor

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Rosalba Alarcón Peña

Rosalba Alarcón Peña, periodista y Defensora de Derechos Humanos, directora del portal web alcarajo.org y la Corporación Puentes de Paz "voces para la vida". Además, analista y columnista del conflicto armado de su país natal (Colombia) en medios internacionales. Redes sociales. Twitter: @RosalbaAP_ Facebook. Rosalba Alarcón Peña Contacto: rosalba@alcarajo.org

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