• diciembre 2, 2024 6:54 am

Un imperio en pánico trata de hacerle a Rusia “una oferta que no puede rechazar”

PorColumna de opinión

Feb 6, 2023

Por Pepe Escobar

Aquellos detrás del Trono nunca son más peligrosos que cuando tienen sus espaldas contra la pared.

Su poder se les escabulle, rápido: militarmente, a través de la progresiva humillación de la OTAN en Ucrania; financieramente, más bien pronto que tarde, la mayor parte del Sur Global no querrá nada que ver con la moneda de un gigante fraudulento en bancarrota; políticamente, la mayoría global está tomando pasos decisivos para no seguir obedeciendo a una minoría de facto rapaz y desacreditada.

Así que, ahora, aquellos detrás del Trono están tramando para al menos tratar de detener el desastre que viene en el frente militar.

Como lo confirmó una fuente de alto nivel del establishment estadounidense, una nueva directriz sobre la OTAN contra Rusia en Ucrania fue difundida al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken. Éste, en términos de poder fáctico, no es nada más que un recadero de los neoconservadores y neoliberales straussianos que realmente dirigen la política exterior estadounidense.

El Secretario de Estado fue instruido para transmitir la nueva directriz -una suerte de mensaje para el Kremlin- a través de los medios impresos hegemónicos, que fue inmediatamente publicada por el Washington Post.

En la división del trabajo de la élite mediática dominante de los Estados Unidos, el New York Times es muy cercano al Departamento de Estado, y el Washington Post a la CIA. Sin embargo, en este caso la directriz era muy importante y necesitaba transmitirse en el periódico de referencia en la capital imperial. Fue publicada como un artículo de opinión (bajo pago).

La novedad aquí es que, por primera vez desde el inicio de la Operación Militar Especial (OME) de Rusia en febrero de 2022 en Ucrania, los estadounidenses realmente están proponiendo una variación de la clásica «oferta que no puedes rechazar», incluidas algunas concesiones que pudieran satisfacer los imperativos securitarios de Rusia.

Lo más importante es que la oferta estadounidense soslaya a Kiev, confirmando una vez más que se trata de una guerra contra Rusia conducida por el Imperio y sus secuaces de la OTAN, siendo los ucranianos meros delegados expandibles.

«Por favor, no te vayas a la ofensiva»

John Helmer, el corresponsal vieja escuela del Washington Post radicado en Moscú, ha provisto un importante servicio, ofreciendo el texto completo de la oferta de Blinken, por supuesto copiosamente editado para incluir nociones fantasiosas como «las armas estadounidenses ayudan a pulverizar la fuerza invasora de Putin» y una explicación capaz de causar vergüenza: «En otras palabras, Rusia no debería estar lista para detenerse, reagruparse y atacar».

A primera vista, el mensaje de Washington pudiera dar la impresión de que Estados Unidos podría admitir el control ruso sobre Crimea, Dombás, Zaporozhie y Jersón -«el puente terrenal que conecta a Crimea con Rusia»- como un hecho consumado.

Ucrania tendría un estatus desmilitarizado, y el despliegue de los misiles HIMARS y de los tanques Leopard y Abrams se confinarían a la Ucrania occidental, conservados como «disuasorios contra posteriores ataques rusos».

Lo que se pudiera haber ofrecido, en términos algo difusos, es de hecho la partición de Ucrania, con zona desmilitarizada incluida, a cambio de que el Estado Mayor ruso cancelase su aún desconocida ofensiva de 2023, que sería tan devastadora que cortaría el acceso de Kiev al Mar Negro y/o sesgaría el suministro de armas de la OTAN a lo largo de la frontera polaca.

La oferta estadounidense se define a sí misma como una vía hacia una «paz justa y duradera que defiende la integridad territorial de Ucrania». Bueno, en realidad no. Solo no será una Ucrania ultimada y Kiev podría incluir la retención de esas tierras occidentales que Polonia se muere por engullir.

La posibilidad de un acuerdo directo entre Washington y Moscú sobre «un eventual equilibrio militar de posguerra» también se evoca, incluyendo la no membresía de Ucrania a la OTAN. En cuanto a Ucrania en sí, los estadounidenses parecen creer que será una «economía fuerte y no corrupta con la membresía de la Unión Europea».

Lo que sea que permanezca con valor en Ucrania ya ha sido tragado no solo por su oligarquía monumentalmente corrupta, sino sobre todo por los inversores y especuladores tipo BlackRock. Una combinación de buitres corporativos simplemente no puede permitirse perder los puertos de exportación de granos de Ucrania, así como los términos del acuerdo comercial con la UE antes de la guerra. Y están aterrorizados de que la ofensiva rusa pudiera capturar Odessa, el mayor puerto marítimo y centro de transportación en el Mar Negro, lo que dejaría a Ucrania sin litoral.

No hay en absoluto evidencia alguna de que el presidente Vladímir Putin y todo el Consejo de Seguridad ruso -incluyendo a su secretario Nikolái Patrushev y al director adjunto Dmitri Medveded- tengan razones para creer cualquier cosa proveniente del establishment estadounidense, especialmente a través de sus esbirros como Blinken y el Washington Post. Después de todo, la stavka -alias del alto comando de las fuerzas armadas rusas- considera a los estadounidenses como «incapaces de llegar a acuerdos», aun cuando una oferta se ponga por escrito.

Este es un palabrerío de gambito desesperado de Estados Unidos para postergar y ofrecer algunas zanahorias a Moscú con la esperanza de retrasar, e incluso cancelar, la ofensiva planificada de los próximos meses.

Incluso los agentes disidentes de la vieja escuela de Washington -no comprometidos con la galaxia neoconservadora straussiana- apuestan a que el gambito sufre de altas expectativas que no podrán ser alcanzadas: en el modo clásico de «ambigüedad estratégica», los rusos continuarán en su declarada campaña de desmilitarización, desnazificación y deselectrificación, y se «detendrá» en cualquier momento y lugar que consideren oportuno al este del Dniéper. O más allá.

Lo que realmente quiere el Estado Profundo

Las ambiciones de Washington en esta guerra fundamentalmente entre la OTAN y Rusia van mucho más allá de Ucrania. Y no estamos hablando sobre prevenir una unión euroasiática Rusia-China-Alemania o una pesadillesca competencia entre iguales; quedémonos con asuntos prosaicos en el campo de batalla ucraniano.

Las «recomendaciones» elementales -militares, económicas, políticas, diplomáticas- fueron detalladas en un documento estratégico del Atlantic Council a finales del año pasado.

Y en otro, titulado «Escenario de guerra 1: la guerra continúa en su tiempo corriente», encontramos que la política neoconservadora straussiana lo explicó con lujo de detalles.

Todo está aquí: de «dirigir apoyo y transferir asistencia militar a Kiev lo suficientemente como para que gane» a «incrementar la letalidad de la asistencia militar transferida para incluir cazas aéreos que pudieran permitir a Ucrania controlar su espacio aéreo y atacar a las fuerzas rusas en ello; y tecnología misilística con alcance suficiente para llegar a territorio ruso».

Desde entrenar al ejército ucraniano para que «use las armas occidentales, guerra electrónica y capacidades ciberofensivas y ciberdefensivas, y continuamente integrar a nuevos reclutas en el servicio» para apuntalar «las defensas en la primera línea, cerca de la región del Dombás», incluyendo «entrenamiento de combate enfocado en guerra irregular».

Sumado a «imponer sanciones secundarias sobre todas las entidades que hacen negocios con el Kremlin», por supuesto llegamos a la Madre de Todos los Saqueos: «Confiscar los 300 mil millones de dólares que el Estado ruso mantiene en cuentas fuera del país en los Estados Unidos y la Unión Europea y usar el dinero confiscado para financiar la reconstrucción [de Ucrania]».

La reorganización de la OME, con Putin, el jefe del Estado Mayor Valeri Gerásimov y el general Armageddon en sus nuevos y destacados roles, está arruinando todos estos elaborados planes.

Los straussianos ahora sienten un pánico intenso. Incluso la número dos de Blinken, la belicista rusófoba Victoria «Que se J**a la UE» Nuland, ha admitido ante el Senado estadounidense que no habrá tanques Abrams en el campo de batalla antes de la primavera (siendo realista, solo en 2024). Ella también prometió «aliviar las sanciones» si Moscú «regresa a las negociaciones». Éstas fueron mutiladas por los mismos estadounidenses en Estambul en la primavera de 2022.

Nuland asimismo apeló a los rusos a «retirar sus tropas». Bueno, eso al menos ofrece algún tipo de desahogo cómico comparado con la supuración pánica de «la oferta que no puedes rechazar» de Blinken. Manténgase en sintonía para la respuesta no-respuesta de Rusia.


Pepe Escobar es un escritor, periodista y analista geopolítico de amplia trayectoria en la cobertura de los acontecimientos más importantes en Medio Oriente y Eurasia. Ha publicado varios libros, compilaciones de sus trabajos en Asia TimesConsortium NewsStrategic Culture, entre otros medios de importancia internacional.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Cradle el 30 de enero de 2023, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.

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