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Los Cotes no pensaron en la comunidad de la Minca-Campano-La Tagua sino en ellos mismos

PorJuan Felipe Maestre

Dic 14, 2020

Solo en el departamento de Magdalena se encuentra el sistema de montañas más alto del mundo al lado del mar: La Sierra Nevada de Santa Marta, declarada por la UNESCO como “Reserva del Hombre y de la Biosfera”. Allí se sintetizaron todas las variedades de pisos térmicos y un amplio abanico de flora y fauna en un espacio de 17 mil kilómetros cuadrados, una verdadera hazaña de la naturaleza. Por su belleza y biodiversidad es destino turístico obligado para propios y extranjeros. La cultura de sus comunidades indígenas se mantiene incólume ante el paso del tiempo y ni la permeante influencia global de la modernidad ha trastocado sus costumbres. Un espectáculo desde todos los ángulos, y desde luego, el económico no escapa de ese conjunto. El avistamiento de aves, la asidua concurrencia de científicos e investigadores de los cuatro puntos cardinales y el ecoturismo se han convertido en un robusto renglón en la economía departamental. No en vano se presentan disputas entre poderosos empresarios por la construcción y funcionamiento de parques recreacionales y/o ecoturísticos.

Sobre los fértiles terrenos de la Sierra crecen exuberantes todo tipo de cultivos: el banano, el café, la palma aceitera; plátano, maíz, yuca, frijol y cientos de otros productos agrícolas que la convierten en la gran despensa regional. Por ello, las familias ricas de antaño, como lo cuenta el historiador Joaquín Viloria de la Hoz, fundaron allí sus haciendas, especialmente productoras de banano y café. A la par de esa dinámica vinieron también las vías de acceso para su comercialización. Una de las más importantes es la que une a los corregimientos de Minca, Campano y la Tagua, gestionada durante la administración de Rosa y Luis Miguel Cotes y concluida con éxito en la de Carlos Caicedo.

Ayer, Luis Miguel Cotes, integrante de ese cuestionado clan que por décadas dominó la política y el clientelismo en Magdalena, colgó en todas sus redes sociales un video donde se adjudica la totalidad de la obra y aduce haberla construido para el bienestar de la región. Pues bien, lo que Cotes no cuenta es que el afán por construir esa vía obedece a los propios intereses de su familia y las de otras poderosas parentelas embadurnadas de corrupción como los Diazgrandos, los Dávila Abondano, los Vives, los Lacoture y otras que ahí poseen vastas áreas de los mejores terrenos para cultivos y negocios. El Club de Santa Marta, como se conoce a estas familias. Los Cotes son propietarios de una lujosa cabaña turística en El Campano.

Además, la finalización de las obras que el gobierno de Magdalena Renace, en cabeza de Caicedo, concretó, no es destacada por el más joven de los Cotes y, por el contrario, Caicedo y su administración son denostados con evidente saña.

El fracaso tras la aparente corrupción de la bautizada por los Cotes como «Vía de la Prosperidad«, que une lugares del Magdalena donde los intereses económicos de ese clan no hacen presencia, explica el «diligente empeño» que sí tuvieron en la de Minca-Campano y la Tagua.

Señores Cotes, díganle la verdad a la comunidad: que no pensaron en ella sino en sus propios intereses.

Trafico de influencias:

Está claro que siendo ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz Granados, uno de los miembros de las familias beneficiadas con la vía Santa Marta—Minca, se demuestra que no fue para favorecer la economía campesina e indígena, como ahora quiere mostrar el «Mello» Cotes. Esto es igual a la finca El Ubérrimo del presidente Uribe y de la finca «La Libertad», de Juan Manuel Lópz, hijo del presidente Alfonso Lópz (1974—78) que se beneficiaron con carreteras construidas por el Estado.

¿Cómo se llama eso? Indudablemente que es tráfico de influencia. Es un engaño a las comunidades, ya que se manifiesta algo diferente a la motivación fundamental de esas obras públicas. El «Mello» Cotes dijo:

La construcción de los 14 kilómetros de placa huella en la vía Minca – La Tagua, tuvo un costo de $19 mil millones, la pavimentación se une a  los 8,6 kilómetros que ya se ejecutaron entre El Campano y La Tagua.

El «Mello» Cotes también dijo:

Pero al Mello Cotes se le olvidó decir que en realidad fue un proyecto para las élites samarias que entraron en el negocio del café y el turismo. Lo mismo que sucedió en la década de los 70 y 80 con la bonanza marimbera que había desplazado el cultivo del café. En la vía Minca se encuentran las grandes haciendas cafetaleras que ahora están adquiriendo empresarios samarios, interioranos y extranjeros.

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